O lo que es lo mismo, se nos acabó vivir del cuento. Todos los indicadores nos dicen que tenemos un medio natural enfermo, en manifiesta regresión desde hace años, cosa que, sorprendentemente, no parece preocuparnos. Posiblemente, porque no ve quien no quiere ver. Especímenes patógenos que en otros tiempos conocíamos sólo de oídas

-hacíamos gala de ello-, nos atacan ahora por tierra, mar y aire. ¡Se acabó el mito de la tierra ibicenca refractaria a las alimañas! A los mosquitos de toda la vida se ha sumado el mosquito tigre. La Xylella fastidiosa hace honor a su apellido y arrasa almendros y olivares. El picudo rojo nos deja un paisaje desolado de desmochadas palmeras. Las serpientes que cazamos a cientos ya están aquí como en su casa. Y si vamos al mar, nos asedian las medusas que, si en otros tiempos eran un fenómeno esporádico, hoy son una plaga que algunos días de verano nos impide el baño. ¿Qué demonios nos está pasando? Sorprende que este cuadro de pesadilla al que seguimos sin dar importancia esté sucediendo en estas benditas islas en las que no tenemos fábricas que puedan perjudicar severamente el medio ambiente y cuando, contrariamente, nuestros inmensos pinares y nuestras praderas de posidonia constituyen una prodigiosa industria natural que los 635 días del año se ocupan, sin costo alguno por nuestra parte, de que tengamos bien oxigenados los fondos marinos y los aires. El problema es que, como suele decirse, ni aún así salvamos los muebles. Y es que tenemos en casa el enemigo, somos nosotros mismos.

La contaminación en la ciudad es cada día mayor, los emisarios no dejan de ensuciar las aguas, las anclas destrozan en unas horas praderas submarinas milenarias, hemos convertido el puerto en una charca, las aguas estancadas de ses Feixes son un paraíso de mosquitos y ratas, utilizamos los bosques como vertederos, castigamos los arenales y tenemos en el más estúpido abandono el Parque Natural de las Salinas. Pero no reaccionamos ni por asomo. Miramos hacia otro lado mientras la 'bola' de desaguisados sigue rodando y uno tiene la impresión de que la situación nos supera, se nos va de las manos. Todo lo que hacemos, cuando hacemos algo, son apaños, chapuzas, parches, remiendos. Tener tantos frentes abiertos nos paraliza, pero quedarse a verlas venir es la peor de las opciones. Ya estamos en Matamala y podemos ir a Matapeor.