Hace unos días se publicaban unas inquietantes cifras acerca de las rupturas de pareja que tenían lugar en España y según las cuales, el número de separaciones y divorcios estaba aumentando de manera significativa. ¿Tan compleja resulta la convivencia? ¿O es que la pareja moderna se ha convertido en la unión de dos individualidades herméticas, y cuyo contacto íntimo es tan superficial y limpio de contenido que no va más allá del plano físico? Dicen los psiquiatras que, para convivir, para formar una familia, hace falta respeto, afecto, proyecto de vida, comprensión y compenetración profunda. O sea, amor compartido. Y comprometido. Y que la pareja que ponga todo esto en práctica, mantiene lazos de comunicación fluidos, resuelve más problemas de los que plantea, y ayuda a que cada uno consiga sus metas personales. ¡Complicado cóctel, sí señor!, porque nuestra sociedad ha glorificado tanto las medidas personales -permisividad y hedonismo- que ha llevado a la quiebra a todas las metas compartidas. Por eso, para intentar que estos asuntos funcionen mejor y se pueda disfrutar de un adecuado entorno afectivo, es preciso tener bien ordenado el mundo de los sentimientos. O sea, una buena educación sentimental, desde los primeros años de la vida. Porque, sin duda, hemos avanzado bastante en el campo de la razón, pero dejado a un lado el terreno afectivo. De hecho vemos a muchas personas, teóricamente bien educadas, con buen nivel de vida y excelente trabajo, que acaban en una ruptura traumática de su vida familiar. Y eso les conduce a una existencia infeliz.

Porque el amor conyugal es uno de los grandes pilares de la vida. Pero, como dice la canción, «no hay en el mundo dinero, para comprar los quereres». O sea que al bueno del amor hay que trabajarlo día a día. Y ordenarlo, con el corazón para que no pierda espontaneidad y frescura, pero también con la cabeza para conseguir una armonía entre la inteligencia, la motivación y el afecto. Erich Fromm en 'El arte de amar', dice que hombres y mujeres saben que se volverían locos si no pudieran liberarse de la prisión de la soledad y unirse, de alguna forma, a otro ser humano. Pero ¿y la tortura en que puede convertirse una unión desacertada? De todas formas, no hay que perder la esperanza, ya que, afortunadamente, los sentimientos son un territorio que se empieza a cuidar, y mucho, en los últimos tiempos.