Dice Marco que él empezaría este artículo citando a Pepe Isbert y su «como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a dar...» porque el paseo de Sánchez por Vara de Rey el pasado miércoles fue lo más parecido que ha habido a la fugaz aparición de los americanos en 'Bienvenido, Míster Marshall' que se recuerde en una campaña en estas islas. Ni Julio César que, antes de vencer, y después de llegar, al menos veía. Pedro, en Ibiza, ni miró. En una metáfora sin igual de la completa vacuidad del circo electoral, tan rico en gestos como vacío de contenido, el presidente simplemente se dejó fotografiar cual diva del pop y achuchar por simpatizantes que levitaban al contacto con el líder y cazadores de selfies, mayormente mujeres, encantadas de posar y sobar al telegénico candidato. A los periodistas del 'pueblo', ni un gruñido, no fuera que le arruinaran el titular a los mallorquines, que sus votos valdrán lo mismo pero son más. Mucho debía temer, además, su incontinencia verbal el candidato cuando se preocupaba por que un par de preguntas 'espontáneas' le robaran el protagonismo al discurso aprendido (para el mitin). O tal vez no daba más de sí, exhausto como debe andar el pobre con todas las agrupaciones locales que se lo rifan para exhibirlo de trofeo en su plaza mayor, como la nuestra, que dice que Sánchez vino «para demostrarnos cuánto nos quiere». Muy reconocidos pues, pero para la próxima, mejor le ahorran el bochornoso espectáculo y que dedique esa energía a amarnos desde la distancia con unos juzgados o unas depuradoras en condiciones. Que ya andamos creciditos para aplaudir postureos.