La historia de la desaladora de Santa Eulària sería de chiste si no fuera porque el agua potable no admite bromas y la situación que respecto a ella tenemos es de juzgado de guardia. No es admisible que en pleno siglo XXI y en destinos turísticos de primer orden como son Ibiza y Formentera haya casas -y no pocas- en las que no podemos beber el agua que sale de los grifos porque no es potable. Lo que no impide que la paguemos como si lo fuera, incluso más cara que en otros sitios. Somos muchos los que hace ya demasiados años estamos pendientes de que arranque de una puñetera vez la desaladora de marras. Si recogiéramos los pretextos que nos han ido dando desde el momento en que la instalación quedó acabada y lista para entrar en servicio, -el próximo diciembre hará 8 años- podríamos hacer un libro.

No hace mucho que nos prometían por activa y pasiva que ahora sí, que por fin salíamos del túnel, que todo estaba solucionado y que el arranque de la desaladora era cosa de días. Pues no señor, era otra mentira en lo que es ya la historia de nunca acabar. Porque los despropósitos siguen. Por estos mismos papeles tenemos noticia de un nuevo retraso. Sine die. La Audiencia Nacional condena al Ministerio de Medio Ambiente a pagar a la concesionaria 555.261 euros en concepto de lucro cesante, es decir, por los beneficios que, al resolverse el contrato, la referida concesionaria deja de tener y que corresponderían a los 15 años de explotación acordados. La Audiencia concluye que la responsabilidad de que la instalación no entrara en servicio tras la culminación de las obras en el 2011 es de la Administración.

Y ahora pasa lo que pasa, que todos tiran pelotas fuera. El Gobierno acusa al Govern y el Govern acusa al Gobierno. De momento, el Estado reclama a nuestra Autonomía la devolución de los 26,1 millones de euros, correspondientes al rescate de la concesión, importe al que hay que sumar el medio millón que apunta la Audiencia Nacional. ¡Embolica, que fa fort! Y a todo esto, el agua no llega. No entiendo que en algo tan prioritario, de tan extrema necesidad, se juegue tan descaradamente con el ciudadano.