Falda corta, media fina, tacones, maquillaje. Sin estos requisitos olvídate de ser azafata de congresos, por lo menos en el Mobile World Congress. Y si no llegas a 1,75 metros de estatura, te fastidias porque las más altas cobran plus. Esta sexista oferta de trabajo es de este mismo año, no de la década de los 70 o de los 80, aunque las exigencias son muy parecidas. También yo trabajé como azafata mientras estudiaba porque te ganabas un dinerillo extra. Pedían buena presencia, un mínimo de 1,65 y, aunque no se especificaba, la piel gruesa para aguantar el acoso de los ejecutivos y congresistas, todos hombres, que consideraban que las azafatas éramos, además de floreros, una especie de sirvientas a tiempo completo, prestas a cumplir todos sus deseos. En esa época, todas, sin excepción, considerábamos que el acoso era inherente a nuestra condición de mujer y pensábamos que, aunque era algo desagradable, iba con el oficio. Varias décadas después, y tras la estela de tantas luchadoras, hemos dado pasos de gigante en el asunto de la igualdad, aunque de vez en cuando, la realidad nos sorprende con pasitos atrás. La oferta de trabajo del Mobile es calcada a las de hace 30 años, pero a diferencia de entonces, ahora no pasa inadvertida.