A ver, señora. Sí, usted, la que el domingo entró en el auditorio de Can Ventosa hablando por teléfono. La que se sentó en su butaca de la primera fila, aún hablando, cuando las luces ya se habían apagado y Juan Echanove estaba ya al filo del escenario, listo para esperar a que Ricardo Gómez entrara al estudio de artista en el que se representaba 'Rojo'. Se lo voy a decir de forma muy directa, ya que, por lo que pudimos sufrir durante toda la función, no entiende la sutileza: es usted una maleducada. No sé si lo sabe, pero su móvil, cada vez que hace una foto suena. Además, se enciende la pantallita lo que en la oscuridad casi absoluta del patio de butacas de un teatro molesta. No sólo a quienes nos metemos en la obra y tratamos de disfrutarla y de sentirla, sino también a los actores. Se lo digo porque no pareció ser consciente de las miradas de gorgona que le lanzó, desde el escenario, el propio Echanove. Lástima que no se convirtiera usted en piedra, al menos durante el tiempo que duró la obra. Todos, los espectadores y quienes se dejaron el domingo la piel sobre las tablas, lo hubiéramos agradecido mucho. No sé qué ha hecho con las decenas de fotografías que hizo, tampoco me importa. Sólo espero que no haya ido por ahí enseñándolas y presumiendo de lo mucho que le gusta el teatro. O, peor aún, de lo que lo ama. Lo siento, no se puede amar aquello que no se respeta. La próxima vez, quédese en casa, por favor.