El turoperador británico Club 18-30 ha echado el cierre. Hay que celebrarlo por todo lo alto, y no con alcohol precisamente, porque sus clientes se lo han bebido todo en Sant Antoni durante las últimas décadas. Para beneficio de unos pocos y para desgracia de su imagen, los turistas, jóvenes británicos de entre 18 y 30 años, coparon hasta el 40% de las camas que ofertaba la localidad. Durante años, este club ha llenado Sant Antoni con hordas de beodos, que en algunos casos no pueden ya ni bajar del avión, que inundan el pueblo de orines, vómito e imágenes desagradables. Beber hasta caer parecía ser el lema del turoperador desaparecido. Daba igual de qué garrafa saliera el alcohol que corría por los gaznates de sus clientes, para alegría de muchos empresarios nocturnos más preocupados en llenarse los bolsillos que en la tranquilidad de su propio pueblo, cuya imagen internacional ha quedado tan tocada después de años y años de excesos, que será muy complicado sacarla de la UVI. Que cierre el Club 18-30 es una magnífica noticia. El turismo de cogorza está en retirada y brinda a Sant Antoni la oportunidad de dejar atrás su pasado y reflexionar sobre qué quiere ser de mayor. Este turoperador no es el único que se centra en el cliente joven que sólo busca la diversión a cualquier precio, pero ya van quedando menos. Los empresarios y el Ayuntamiento de Sant Antoni deben hacer el resto.