Que Ibiza vive a expensas de las migajas que le dejan las instituciones gobernadas o influidas desde Mallorca constituye, desde muchos puntos de vista, un argumento incontestable. Basta con comparar su flamante centro de congresos y convenciones con el nuestro de Santa Eulària, que lleva un montón de años inacabado, o el desastroso mantenimiento de las depuradoras. También se podría hablar de carreteras, servicios sanitarios, oferta universitaria, infraestructuras de enseñanza, centros de interpretación y musealización en entornos naturales, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, equipos para la extinción de incendios, etcétera.

Cabe suponer que no estamos frente a una cuestión de desprecio hacia los territorios periféricos, sino ante un ejemplo de pura omisión e indiferencia, además de una escasez de justicia social que a veces nos resulta imposible de digerir. Esta desafección incluso la hemos visto en situaciones emergencia, cuando los emisarios revientan y vierten mierda junto a las playas turísticas sin que en Mallorca les entre nunca la prisa por solucionarlo. Así ocurría en Talamanca antaño y hoy se repite con la depuradora de Platja d'en Bossa, donde nos ponen la excusa de las redes de pluviales, mientras las fecales siguen desembocando en el mar aunque no caiga una gota del cielo.

Uno de los episodios más vergonzosos en este sentido lo sufren los jubilados ibicencos a cuenta de los viajes del Imserso. Para muchos, constituyen su única oportunidad para salir del constreñido territorio insular y ver un poco de mundo. La responsabilidad, en este caso, hay que derivarla al Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, que es quien organiza y distribuye los paquetes turísticos que disfrutan nuestros jubilados y que, tradicionalmente, benefician descaradamente a los mallorquines y penalizan a los ibicencos.

Desde Ibiza, en los viajes previstos para este año, se puede peregrinar a solo siete enclaves repartidos por la Comunitat Valenciana, Andalucía y Cataluña. De ellos, cinco son destinos de sol y playa y solo dos pertenecen al bloque cultural, que interesa especialmente a los pitiusos. Se trata de enclaves repetidos hasta la saciedad en ediciones anteriores, lo que provoca que numerosos residentes renuncien a viajar por el hastío de contemplar una y otra vez los mismos paisajes. En cuanto a los itinerarios culturales, ni siquiera disponen de la posibilidad de alojarse en ninguna ciudad española Patrimonio de la Humanidad, ya que las únicas propuestas de destino son Reus y Castellón-Valencia.

La oferta para los jubilados de Mallorca para este 2018 es exageradamente más rica. Allí disponen de un total de 51 posibilidades repartidas entre 13 comunidades y ciudades autónomas, con hasta tres opciones de estancias en muchos casos (8, 10 y 15 días). Es decir, una oferta más del 90% más rica que la de los ibicencos. Curiosamente, a los pitiusos se les proporcionan muchas más alternativas de sol y playa, algo insólito cuando estas salidas tienen lugar en temporada baja. Por el contrario, los mallorquines disfrutan de 18 opciones de costa y un total de 28 destinos culturales, que incluye una parte sustancial de las Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España y otros destinos enormemente atractivos pertenecientes a 10 comunidades autónomas. A ello se suman otros dos tipos de escapada -naturaleza y capitales de provincia-, que los ibicencos ni huelen.

Aunque los residentes en Ibiza pueden optar a estas plazas con salida desde Mallorca, deben sufragar de su bolsillo el sobrecoste de viajar a Palma y, si los enlaces no encajan, la noche de hotel del día previo, el de llegada o incluso ambos.

Unos días antes de iniciarse el periodo de reservas, el pasado septiembre, los jubilados pitiusos denunciaron otra vez la situación y pidieron explicaciones a las instituciones de la isla. La conselleria insular de Bienestar Social recordó que se han enviado tres misivas al Ministerio de Bienestar Social para que se reconozca el derecho a igual oferta de destinos y precio para los residentes de la isla.

La realidad, sin embargo, es que por muchos años que pasen no se avanza un ápice en este asunto. Cuando con mandar unas cartas no vale, hay que buscar otros vericuetos más contundentes para presionar. Cabe, asimismo, exigir al Govern balear que deje de dar la espalda a Ibiza en esta cuestión y utilice su influencia para igualar los derechos de todos los residentes del archipiélago. Tan balear es un Tur, un Marí o un García como un Bauzá, un Pons o un Barceló. De momento, la única conclusión clara es que los mallorquines son jubilados de primera y los ibicencos de tercera.