Quienes afirman que los colectivos profesionales más corporativistas son los médicos o los taxistas es que no han tenido que lidiar con los disc jockeys. En cuatro años escribiendo columnas en este periódico, analizando toda clase de polémicas, nunca había asistido a tal catarata de agresividad, insultos y amenazas, que atentan contra la libertad de expresión. Opinar que «los dj no son músicos» te puede llevar a que en las redes sociales te califiquen de «nazi» o incluso a que alguien te insinúe que puedes acabar tirado en una cuneta como ese pobre concejal asturiano asesinado el pasado agosto.

Antes de entrar en materia, agradecería que aquellos que ya están afilando los cuchillos tengan al menos el detalle de leer estos párrafos hasta el final. No obstante, yo también procuraré ser quirúrgico con el lenguaje y abrir los matices necesarios para que la cuestión quede lo más clara posible.

La bronca surgió la semana pasada a raíz de la columna titulada 'Los músicos y los espabilados'. En ella, censuraba la actitud, a mi modo de ver parasitaria, de un colectivo anónimo, vinculado al sector electrónico, que bajo el eslogan 'Música Sí' ha tratado de aprovecharse de la reacción de apoyo suscitada por la Associació de Músics d'Eivissa. Esta última se fundó en abril y, con su trabajo, logró presentar más de 150 alegaciones y que el Ayuntamiento de Sant Josep se comprometiera, al menos de forma verbal, a revertir la prohibición de hacer conciertos en directo, con un horario y duración prudentes, en los pequeños locales del municipio; los únicos que en general defienden la cultura de la música en vivo de bandas locales.

Cuando la prensa ya llevaba meses hablando de las reivindicaciones de los músicos, apareció, en agosto, la plataforma 'Música Sí', que aún se mantiene en el anonimato. Entre los mensajes que ha divulgado figura el respeto por los vecinos, pero también pide una «regulación inteligente» para que siga habiendo música «de día y de noche». Como combinar ambas cosas parece una quimera, al final del artículo se hablaba también de «espabilados».

La primera aclaración, ya que por las reacciones parece evidente que no fui suficientemente preciso con el lenguaje -mea culpa-, es que ambos calificativos aludían única y exclusivamente a los promotores de 'Música Sí' por su oportunismo. En ningún caso se trataba de una crítica generalizada a todos los dj ni a su oficio. Pido, por tanto, disculpas a aquellos que se hayan sentido ofendidos y no tengan absolutamente nada que ver con esta iniciativa.

En el artículo recordaba asimismo que la Associació de Músics d'Eivissa llegó incluso a mandar un comunicado de prensa desvinculándose de esta plataforma anónima y que simpatizantes de la plataforma 'Música Sí' han tratado de infiltrarse en reuniones de los músicos, han accedido a chats privados e incluso se han colado en una foto a la que únicamente estaban convocados los músicos, desplegando una pancarta con el logotipo 'Música Sí'. Esa actitud parasitaria e irrespetuosa es la que fundamenta el artículo, no una crítica general a los dj.

Explicaba también que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid -o a saber si de forma coordinada-, el colectivo de beach clubs argumentó públicamente que, como «los dj también son músicos», los cambios de ordenanzas para permitir conciertos en vivo deben extenderse a ellos; es decir, a los locales donde trabajan. Para rebatirlo, utilicé una opinión que ha desatado los fuegos del infierno: «los dj no son músicos».

Esta frase sí es generalista. La opinión de que músico es aquel con capacidad para tocar un instrumento la comparte mucha gente, incluso medios especializados de prestigio y difusión internacional y algún que otro dj. Lógicamente, hay quien piensa lo contrario. Segunda aclaración: por dj me refiero única y exclusivamente a dj. No a los productores, músicos y compositores que además son dj... Los dj a pelo podrán ser artistas, animadores, etcétera, pero no músicos.

En todo caso, es perfectamente comprensible que la Associació de Músics d'Eivissa quiera desligarse de una plataforma que, a tenor de quién comparte y difunde sus contenidos, parezca vinculada precisamente a la tipología de locales de ocio que por saltarse reiteradamente las ordenanzas y generar continuas molestias a los vecinos han provocado el endurecimiento de las ordenanzas municipales respecto a la música. Y, al final, los pequeños locales de conciertos han pagado los platos rotos.

El artículo, por tanto, no iba contra los dj como colectivo y tampoco ponía en duda el papel relevante que alguno de ellos ha tenido en la industria musical de Ibiza. Una cosa es la música electrónica, otra los desmanes de los establecimientos que se pasan por el arco del triunfo el derecho a la tranquilidad de vecinos y bañistas y, una tercera, la violencia verbal, las amenazas y la falta de respeto hacia la libertad de expresión.

Hechas estas aclaraciones, aprovecho para reafirmarme en el sentido general del artículo. Ahora, barra libre para el escarnio.

@xescuprats