A los parásitos se les describe como aquellos organismos animales o vegetales que viven a costa de otros, alimentándose de ellos. Y, al igual que existen parásitos en los ecosistemas biológicos, los encontramos también en los movimientos sociales. En Ibiza, en cuanto irrumpe un colectivo capaz de generar eco mediático, brotan como champiñones nuevos grupúsculos con la intención de subirse al carro y reconducir la corriente hacia sus propios intereses; eso que coloquialmente se conoce como arrimar el ascua a tu sardina.

El símil viene a cuento de lo revueltas que bajan las aguas en el sector del ocio pitiuso. Por un lado, a cuenta de la música, las limitaciones que imponen las administraciones y las reivindicaciones que, con todo derecho, proclaman quienes la interpretan en vivo en los pequeños bares y terrazas. Y en paralelo y generando confusión, el sector electrónico -apoyado por los prebostes del ocio-, que pretende sumarse e incluso abanderar este movimiento promúsica cuando fueron ellos, precisamente, quienes originaron el problema.

Aunque en Ibiza siempre ha habido tensiones, durante años el ocio y la población convivieron sin excesivos contratiempos. Sin embargo, en la última década, la situación se ha vuelto insostenible. Hemos pasado de salas de fiestas legalizadas e insonorizadas a un totum revolutum de beach clubs, hoteles-discoteca y after parties en casas de alquiler.

Ante la oleada de ciudadanos agobiados, las instituciones se han visto impelidas a actuar y en algún caso se han pasado de frenada. Así ha ocurrido en Sant Josep, donde las pasadas navidades se aprobó una ordenanza que obliga a todos los bares con música a poner limitadores y en primavera otra que prohíbe conciertos al aire libre. La realidad es que los grandes establecimientos mantienen el desenfreno habitual y, por el contrario, los pequeños bares de público local, que apenas generan molestias, han pagado los platos rotos.

La música en vivo es incompatible con los limitadores, ya que muchos instrumentos no pueden pasar ese filtro, y en Ibiza, por clima e infraestructuras, el 90 por ciento de los conciertos son al aire libre. De la noche a la mañana, la policía comenzó a precintar equipos en bares y los músicos se han encontrado con la cancelación de buena parte de los espectáculos previstos.

Ante semejante panorama, en abril nació la Associació de Músics d'Eivissa con la intención de reivindicar sus derechos e impedir que los conciertos, uno de los puntales culturales de nuestro territorio, acaben desapareciendo. Se movieron en las redes sociales, recogieron montones de firmas y presentaron más de 150 alegaciones que, ahora, al menos de palabra, el Consistorio de Sant Josep les ha aceptado. Se resumen en que los conciertos no se verán afectados por los limitadores y las actuaciones al aire libre terminarán a una hora razonable -antes de las 23- y tendrán una duración máxima, para no incordiar a los vecinos.

Aprovechando esta ola de solidaridad con la asociación de músicos, en agosto apareció en las redes una nueva plataforma: 'Música Sí'. Salió a la luz mediante un vídeo en el que una voz en inglés, subtitulada, decía representarse a sí misma y no pertenecer a ningún colectivo. Apostaba por el respeto y la tolerancia, pero acababa exigiendo una «regulación inteligente», sin más detalles, que favorezca «la música al aire libre, de día y de noche». O sea, las 24 horas. En el vídeo no aparecía un solo músico, sino sonidos electrónicos y una sucesión de paisajes bucólicos pitiusos que terminaban con una fiesta de discoteca.

La factura del vídeo y otros elementos promocionales de la plataforma son de alta calidad (locución y montaje profesionales, uso de drones, infografías?) y, aunque nadie reconoce públicamente estar detrás, cada contenido es viralizado por varios beach clubs y discotecas. En paralelo, ha salido a la palestra algún portavoz de los empresarios del ocio reivindicando sin pudor que «los disc jockeys también son músicos» y, por tanto, tienen el mismo derecho a actuar en vivo, aunque su música sea enlatada. Me cuentan que la plataforma incluso ha accedido a chats privados del colectivo de músicos, difundiendo su contenido, y hasta se ha colado en una foto de familia de músicos frente al Ayuntamiento de Sant Josep, en la que aparece un desconocido con una pancarta de 'Música Sí'. Al final, la asociación, cuyos miembros, por cierto, no son nunca invitados a tocar en los grandes locales de ocio, se ha visto obligada a aclarar públicamente que no tiene ningún vínculo con la plataforma 'Música Sí'.

Afirmar que los disc jockeys son músicos es poco menos que considerar artistas a los fabricantes de pintura plástica. Músico es el que toca un instrumento y, por ahora, la mesa de mezclas no pasa de cacharro sofisticado. Que nadie se deje engañar: una cosa son los músicos y otra los espabilados.