Ahora que viajamos masivamente y que el mundo cada vez está más globalizado, todos hemos sentido alguna vez la sensación de impotencia y ansiedad que se siente al no poder entender lo que te están diciendo o a no poder expresar tus deseos o necesidades, a la inseguridad de no saber cómo actuar en determinadas situaciones, cómo pedir un taxi o una mesa en un restaurante, a no entender por qué todos ríen cuando tú solo has pillado algunas palabras sueltas? Es un sentimiento bastante común de incapacidad, ansiedad, tristeza... Que además se agrava sobre todo si el interlocutor se impacienta o nos trata como incapaces porque no le entendemos o no nos sabemos explicar. Además, cuando lo que nos están diciendo se alarga en el tiempo y tenemos que escuchar a alguien durante más de un minuto en esa lengua desconocida, nos aburrimos y dejamos de prestarle atención, la cabeza se fuga y empezamos incluso a hacer otras cosas de manera impaciente, movemos un pie, tocamos cosas repetidamente, jugueteamos con el móvil, en definitiva, nos movemos. O decidimos usar la estrategia de parecer tímidos y no hablar con nadie, evitamos las miradas, nos escondemos en un rincón, e intentamos no tener que dirigirnos a nadie?

Esta situación, que seguro han reconocido, la viven y sienten cada día dos niños de cada una de nuestras aulas de infantil y primaria de Balears en sus propias lenguas, ya sea esta el catalán o el castellano. Presentan trastorno específico del lenguaje y, a pesar, de que es una dificultad muy frecuente, pasa desapercibida porque es oculta, no visible, y se manifiesta con síntomas muy sutiles y difíciles de detectar: pérdidas de atención, hiperactividad, retrasos académicos, problemas de habilidades sociales, timidez, y muy pocas veces, paradójicamente, con dificultades del lenguaje. Porque cuando hablamos de trastorno del lenguaje el problema es que la gente espera que sea un niño que no habla y la realidad, y el problema, es que los niños con trastorno específico hablan aunque su lenguaje no es suficiente para sustentar todas las exigencias que este mundo lingüístico les va a pedir: en la escuela aprender competencias como leer y escribir basadas en el lenguaje, o aprender contenidos nuevos que se transmiten y se deben explicar también con lenguaje, más adelante a relacionarse con los compañeros, entender los dobles sentidos, aprender las situaciones sociales, realizar entrevistas de trabajo, y un sinfín de actividades y situaciones que están mediatizadas por el lenguaje.

¿Qué futuro les esperan a estos niños que no comprenden en una escuela que no les entiende tampoco a ellos? Muy frecuentemente pasarán por niños tímidos a los que les falta madurar (¿será que los confunden con manzanas?), por lo que al fallar en el aprendizaje de la lectura se les hará repetir curso, normalmente primero o segundo de primaria (¡si no es que ya han repetido el último curso de infantil!) con lo que se añadirá el problema de adaptación a sus nuevos compañeros y de relación social, pero sin mejora en sus habilidades de lenguaje oral y escrito, y con el tiempo se les abocará al fracaso escolar y, finalmente, a trabajos poco especializados y que implican tareas manuales, a pesar de que pueden ser niños muy inteligentes, pero que sin ayuda se convierten en extranjeros en su propia lengua.

Así que cada vez que vean a un niño tímido o a un niño agresivo o a un niño que se mueve mucho cuando le hablamos o que habla poco piensen que quizás es un niño que tiene dificultades del lenguaje y que necesita ayuda para entender y para expresarse.