Se llama Mari Sol y carga con un carro de la compra como carga con su vida, con paso lento, la espalda encorvada y el gesto resignado de quien acepta lo que hay, pues así le ha llegado. Esta mujer mayor, de edad indeterminada, humilde, que se presenta como ama de casa, lleva 40 años en la isla y alguna vez entra a Es Diari a dejar una carta manuscrita para que se publique. La que escribió hace justo un año pedía lo mismo que la que ha entregado en la recepción del diario hoy: que pongan agua en el centro de salud de es Viver para que los pacientes del servicio de Salud Mental puedan beber mientras esperan, a veces mucho rato. Especialmente en verano, cuando el calor convierte el paseo hasta allí en un calvario. «Cuando nuestros hijos tienen cita con psicólogos o psiquiatras y tenemos que esperar bastante tiempo, los que vamos allí necesitamos beber agua», expone por segunda vez con letra vacilante, confiando en que alguien con poder de decisión lea la carta y vuelvan a poner un dispensador de agua, como hace unos años. En agosto de 2017, cuando este diario trasladó al Área de Salud la reclamación de Mari Sol, un portavoz animó a los usuarios a presentar reclamaciones y sugerencias. No sabemos si Mari Sol ha seguido el conducto reglamentario, posiblemente no. Pero su solicitud es tan elemental, tan lógica y justa, que no debería ser tan difícil atenderla. Sólo pide agua.