A raíz del artículo publicado la semana pasada sobre el caos que impera en la bahía de Sant Antoni, con docenas de fondeos ilegales sobre posidonia y vertidos de aguas sucias procedentes de embarcaciones al lado de donde se bañan los turistas, un conocido me ha mandado unas fotos bochornosas de Punta Pinet, tomadas hace unos días. En ellas se observa, literalmente, cómo borbotea un manantial de aguas fecales sobre las rocas, al lado de una tapa de alcantarilla, para desembocar finalmente en el mar.

Existe un sistema de bombeo que pasa pegado a la costa de una punta a otra de la bahía, donde se producen constantes vertidos a causa de su obsolescencia -tiene más de 40 años-, en la zona mencionada, en s'Estanyol y en es Caló d'en Serral. La situación se ha denunciado reiteradamente al Ayuntamiento y hasta se han producido cierres de playas, pero la Demarcación de Costas, que sí permite puertos privados en costa pública, chiringuitos en rocas y otros despropósitos, no autoriza la obra necesaria para renovar esta red carcomida que envenena la bahía.

¿Cómo es posible que Costas, que pretende un imposible como que dicha canalización se traslade a terrenos privados, prefiera dejar que el mar siga recibiendo un torrente de mierda antes que dar su brazo a torcer? ¿Cómo se justifica que las administraciones locales y autonómicas involucradas no presionen a Costas como es debido?

Estos días hemos visto cómo organizaciones ecologistas y el Ayuntamiento de Ibiza han intensificado sus campañas de protección de la posidonia. En el marco de estas iniciativas, Helena Resano, prestigiosa periodista de La Sexta, que acudió a la isla desinteresadamente para apoyar la campaña 'Viu la Posidonia', tuvo que soportar cómo un individuo malencarado le mandaba «a la mierda» después de que educadamente le pidiera que no fondeara su lancha sobre posidonia.

La situación en Ibiza es dramática. Un informe de Greenpeace y Oceana afirma que el Parque Natural de ses Salines ha perdido el 20% de su posidonia entre los años 2008 y 2012. En paralelo, otro estudio revela que la cantidad de plástico que hay en el mar de Ibiza multiplica por 30 la media del Mediterráneo.

Un reguero de noticias pésimas que, sin embargo, han encontrado cierto contrapunto en la aprobación, por parte del Govern balear, de un decreto pionero para proteger los 650 kilómetros cuadrados de posidonia marina que hay en aguas de la comunidad autónoma. Esta nueva normativa contempla importantes sanciones por fondear sobre las praderas o verter productos químicos y aguas insuficientemente depuradas. Que empiecen por multarse a sí mismos por los vertidos de Punta Pinet.

Hasta hace bien poco, hemos vivido de espaldas al mar, contaminándolo y utilizándolo como el gran sumidero de Ibiza. Confiábamos en que esa gran lavadora que son los temporales del invierno nos permitirían seguir habitando un paraíso, pese a lo mucho que lo maltratamos. Ahora empezamos a tomar conciencia de forma generalizada de la necesidad de cuidar el mar antes de que la situación sea irreversible. Pero estamos ante un problema con muchos ángulos. Los fondeos sobre posidonia constituyen una agresión muy grave, pero el vertido de aguas fecales insuficientemente depuradas -o incluso nada- desde estaciones obsoletas, redes corroídas o emisarios públicos constituye un atentado más inquietante si cabe.

El ejemplo más ilustrativo de cómo pueden cambiar las cosas es Cala Tarida, donde por primera vez en muchos años llegamos al agosto con el agua transparente y preciosa como antaño. Las bombas instaladas para que el agua circule pueden haber contribuido a eliminar la mancha verde, pero la gran novedad es la nueva depuradora que comenzó a funcionar hace dos veranos. Ahora cumple con su función y arroja el agua ya tratada a un kilómetro de distancia de la costa, mediante un emisario. Antes, las aguas fecales, sin apenas depurar, se vertían en un terreno donde se filtraban y acababan en el mar. Consecuencia: toneladas de fosfatos que alimentaban la microalga, convirtiendo el paraíso en ciénaga. Hoy, incluso allá donde las bombas no tienen efecto, como es Calonet o es Pujolets, a ambos extremos de Tarida, el agua sigue nítida. Los intensos temporales del invierno han removido la arena como nunca y, como entre ella se depositaba la microalga, han contribuido también a esta mejora.

Tenemos suficiente información para actuar sin demora en otros enclaves con el mismo problema, como Cala Vedella, Portinatx, etcétera, y sería vergonzoso que se siguieran permitiendo los constantes vertidos fecales en la bahía de Sant Antoni. La obsolescencia de las infraestructuras sanitarias constituye el mayor foco de contaminación del mar pitiuso y, por supuesto, la más grave amenaza para la posidonia. Si de verdad queremos conservar nuestros ecosistemas y garantizar nuestra forma de vida, no queda otra que tomárselo en serio y actuar. Únicamente es cuestión de voluntad, por parte de las instituciones implicadas.