La mayor parte de los terroristas del 17-A fueron 'abatidos' por los mossos d'esquadra. Uno de ellos, 'abatió' a cuatro terroristas en Cambrils en una sola operación. Hace muchos años, Manuel Fraga, aquel exministro franquista cuyo proceso de conversión a la democracia parece confirmado, dijo que «el mejor terrorista es el terrorista muerto», y aquella afirmación brutal le costó severísimas críticas que formaron parte de su leyenda negra hasta su muerte. Sin embargo, ahora nadie ha mostrado la menor extrañeza por esta forma expeditiva de desarticular el comando islamista.

La policía, por delegación del poder ejecutivo legítimo, tiene el monopolio civil de las armas de fuego, con las que ha de defender a toda la sociedad y a ella misma. Sin embargo, la actuación de los agentes de la seguridad del Estado no es arbitraria: está sujeta a reglas estrictas, y cuando se produce una muerte, es preciso que un juez investigue si existió efectivamente legítima defensa, si se hizo un uso proporcional de las armas y si no hubo extralimitación.

Por supuesto, los Mossos d'Esquadra disfrutan de la máxima presunción de inocencia, y no hay indicios de que no obraran adecuadamente. Pero debe explicarse. Porque se ha usado profusamente la palabra 'abatir', que es un término cinegético, y los terroristas, por perversos que sean, no son piezas de caza ni bárbaros sin verdadero derecho a la vida sino seres humanos. Durante toda la larga historia de ETA, se 'abatió' a muy pocos terroristas y las policías dieron en todo momento muestras elocuentes de profesionalidad. Debemos seguir así, a toda costa.