El pasado 30 de noviembre el pleno del Consell de Ibiza aprobó una norma territorial cautelar por la que se adoptan medidas provisionales para asegurar la viabilidad y la efectividad de la modificación del Plan Territorial Insular (PTI) y la apertura del periodo de información pública. El periodo de alegaciones terminó el pasado 18 de enero y ahora están pendientes la resolución de las alegaciones y la aprobación definitiva de la citada moratoria. Paralelamente se inicia una revisión completa del Plan Territorial. Y aquí está el quid de la cuestión, el momento de la verdad para los gobernantes del Consell Insular: el de intentar aprobar un PTI que mejore la conservación y la protección de nuestro mundo rural y de su paisaje y que defina el modelo territorial por, al menos, los próximos 20 años.

Ahora bien, cabe preguntarse si es necesaria una revisión de la norma territorial, si esta puede contribuir a la mejora del mantenimiento del mundo rural y de su paisaje y si es posible que esta modificación sea consensuada para que tenga continuidad en el tiempo. Y la respuesta es sí. Estoy convencido de que una mayoría de ciudadanos entendemos que las circunstancias no son las mismas ahora que cuando se aprobó el PTI en el año 2005 y que puede, por ello, ser actualizado y mejorado. También estoy convencido de que puede y debe ser consensuado con la sociedad ibicenca.

Un consenso, tanto de propietarios rurales como de ciudadanos y de partidos políticos, también del Partido Popular. Cualquier cambio en el modelo territorial que no tenga un amplio consenso estará condenado al fracaso. No olvidemos que en las últimas cinco legislaturas los partidos que gobiernan no logran reeditar la confianza de los ciudadanos y pasan a la oposición.

Los consecutivos cambios de gobierno han propiciado que cada cuatro años el modelo territorial de la isla sufra cambios. La historia se repite, los partidos políticos, desde hace años, se hacen las mismas acusaciones entre ellos, la izquierda acusa a la derecha de especuladores y depredadores del territorio y la derecha acusa a la izquierda de querer prohibirlo todo y de volver a la época de la miseria. Pero ni unos ni otros han dado con la tecla y vemos como el paisaje y el mundo rural de la isla sigue en un continuo proceso de deterioro.

Mantener el campo en buen estado es costoso, las ayudas son muy escasas y faltan iniciativas por parte de la Administración encaminadas a que los propietarios puedan obtener alguna renta ligada a la conservación del mundo rural y al mantenimiento del campo, y en consecuencia, del paisaje inherente de la isla.

Creo que una mayoría de ciudadanos estamos de acuerdo en que se ponga encima de la mesa una reducción del volumen de las construcciones en suelo rústico; en evitar las edificaciones dentro de las masas boscosas, en buscar soluciones que redunden en la mejora del medio rural y de su paisaje, en desarrollar actividades y nuevas construcciones ligadas al mantenimiento y mejora de las explotaciones agrícolas. También para que se puedan redefinir algunas controvertidas delimitaciones en el actual PTI en cuanto a las zonas de protección.

El nuevo Plan Territorial debe establecer también unos estilos de construcción más acordes con la arquitectura tradicional ibicenca, ya que en los últimos años se han construido muchas casas en el campo que son auténticos mamotretos, que nada tienen que ver con las construcciones que enamoraron a personas de todo el mundo. Un urbanismo que, en muchos casos, es un insulto a nuestra cultura y tradición.

Por lo tanto, si los ciudadanos podemos llegar a acuerdos en la mejora del PTI, en teoría los partidos políticos también pueden hacerlo, siempre que prioricen los intereses de los ciudadanos a sus intereses electorales. No debemos olvidar, por otra parte, que nuestra isla sufre, desde hace años, una presión urbanística muy grande, es un territorio muy apetecible para promotores de todo el mundo, interesados en comprar terrenos para edificar y hacer negocio y es nuestro deber adaptar la normativa a los tiempos actuales para evitar la especulación urbanística en el campo de Ibiza. Vivimos en un lugar privilegiado con un territorio limitado. Nuestra isla se merece una política urbanística que perdure en el tiempo y, para ello, es necesario un amplio acuerdo sobre el territorio.