El negro legado del expresidente del Govern balear Jaume Matas se expresa en cifras: en Ibiza, 598 millones de euros dedicados a la construcción de las autovías que suponen una hipoteca que nos asfixiará durante años. Estas carreteras desproporcionadas que partieron la isla en dos -tanto el propio territorio como a la sociedad, enfrentada y sumida en la crispación- nos cuestan 426 millones más de lo que estaba previsto y se convierten en la principal inversión del Govern en Ibiza año tras año. El dinero que podía destinarse a construir centros educativos imprescindibles y urgentes; a sanidad, a cuestiones sociales o a otros asuntos más beneficiosos para los ibicencos que el asfalto, se dedica a pagar cada año esa deuda eterna a la que Matas y su Govern nos ataron como una losa. El precio de las obras ya se había disparado desde los 12 millones iniciales hasta 172, sin que aún sepamos las razones. Matas compareció el viernes ante la comisión de investigación del Parlament balear que trata de arrojar luz sobre aquel turbio negocio de las autovías, pero se limitó a defender la legalidad de sus actuaciones.

También hizo una declaración sorprendente: que el coste del convenio de carreteras era solo «estimativo y orientativo». Algo no ha cambiado desde que fue presidente: sigue creyendo que somos tontos.