Me comentaba hace algunos días una amiga que trabaja en la recepción de un hotel que nunca había vivido un final de temporada como el presente. Entrando en la última semana de octubre tenían aún la mayoría de las habitaciones ocupadas. Eso sí, como era justo en la semana de las lluvias, comentaba que los turistas miraban a los empleados con mala leche, como si ellos tuvieran la culpa del diluvio. Nadie en Ibiza recuerda unos meses de septiembre y octubre como los de 2016. A falta de los últimos datos de las encuestas hoteleras sí que hay algunos que evidencian por dónde han ido los tiros, como los cotizantes de la Seguridad Social. En septiembre de 2016 ha habido más trabajadores en la isla que en agosto de 2013. Esta ha sido también la temporada en la que menos se ha notado el cierre de las discotecas. En los últimos años, en la semana siguiente ya no había más que cuatro gatos foráneos por la calle, mientras que en post closing party de 2016 se han seguido llenando calles, playas, mercadillos y todo lo que quedaba abierto, porque muchos comercios bajaron la persiana antes de hora. Es probable que la de 2016 haya sido la ´mejor´ temporada turística de la historia en las islas, aunque hay que poner ese mejor entre comillas, porque también ha sido la más masificada e insoportable. El reto está en buscar un equilibrio que hoy parece imposible.