El más reciente capítulo de esta Ibiza desmadrada que nos toca vivir lo leímos el domingo en estas páginas. José Miguel L. Romero describía en un reportaje que el conseller ibicenco de Medio Ambiente, Miguel Vericad, ha denunciado dos casos flagrantes de amenazas a bañistas por parte de propietarios de chalets, que impiden el paso a determinados tramos de costa con fuertes amenazas e intimidaciones.

El caso más grave ocurrió en una orilla próxima a Platges de Comte, donde un multimillonario ruso se ha hecho con el control del pequeño grupo de casas de la zona. Cada vez que alguien se aproxima con la intención de plantar la toalla, manda a sus matones, tipos musculados e imponentes con pinganillo, a amedrentar, amenazar e insultar sin el menor miramiento. La presión llega a ser tan exagerada que al bañista, ante el miedo a que le partan la crisma, acaba marchándose con el rabo entre las piernas. Lo más grave aparecía al final del artículo, donde se explicaba que Vericad observó entre quienes se identificaron como trabajadores del preboste ruso a varios policías de paisano. Otra vez la misma historia?

Idéntica situación se reprodujo en una calita escondida de Porroig, donde media docena de personas, de una vivienda próxima, se dedicaron a amenazar de forma insistente a un grupo de bañistas, al grito de que aquel recodo de costa era «propiedad privada». Ya son tantos los abusos y tan desmesurada la inacción de quienes tienen competencias en la materia, que sólo cabe poner el grito en el cielo. ¿Ha acudido alguna institución policial a enterarse de qué agentes trabajan para el oligarca ruso? ¿Se ha detenido, tomado declaración o conducido ante el juez a alguno de los matones que amenazan a los bañistas?

Aún más demencial resulta la tragedia de esa pobre mujer a la que agredieron sexualmente en un descampado de ses Variades a pleno sol y, cuando quiso ir a denunciarlo, un guardia civil, al parecer, le dijo que «a las 4 de la tarde no violan a nadie». Si se confirma este extremo en la investigación interna iniciado por la Benemérita a raíz de la alarma social suscitada y la preocupación mostrada por algunas instituciones, estaremos ante uno de los casos más sangrantes de falta de respeto y humanidad que se han visto en la isla. El gañán que violentó de esa manera a una víctima debería ser incapacitado de inmediato. Con tanto trabajo que tienen en casa, no me extraña que las fuerzas del orden se vean incapaces de poner freno a la oleada de robos.

Lo hemos escrito muchas veces, pero hay que insistir. Hay miembros de los cuerpos policiales de Ibiza involucrados en parte de los abusos y actividades ilegales que se cometen en la isla. También comienza a ser habitual que los policías que acuden a denunciar una fiesta ilegal u otra actividad molesta se encuentren que al otro lado de la puerta les atiende un compañero pluriempleado. Hay que tomar medidas disciplinarias y realizar las investigaciones internas que proceda, con gente de fuera. En Ibiza no se puede seguir así.

Igual de triste es leer que las preciosas sabinas de s´Espalmador han ardido porque un cretino a bordo de un yate tuvo la ocurrencia de lanzar una bengala sobre el islote. Su colosal estupidez debería de salirle cara, pero a tenor de cómo se gestionan los abusos en el mar del Parque Natural de Ses Salines, difícilmente le van a quitar el sueño. El Govern balear ha admitido que en 2015 sólo tramitó siete sanciones por fondeos sobre la posidonia y el marcador de 2016 sigue a cero. Las multas, además, son irrisorias -de entre 100 y 500 euros-, para embarcaciones de lujo que sólo en llenar el depósito ya se gastan cientos de miles. Es hora de tomar medidas serias y contundentes frente a esta desvergüenza.

Por ejemplo: identificar a los infractores, obligarles a presentarse en el juzgado, retener a las embarcaciones que incumplan reiteradamente y obligar a los puertos pitiusos a suspender sus amarres y tampoco concedérselos en años venideros.

Todo el apoyo al conseller ibicenco de Medio Ambiente en esta cruzada particular que ha iniciado contra quienes abusan del territorio público con tanto descaro. En cuanto se produzca otro episodio, tal vez convendría organizar quedadas multitudinarias en estos mismos lugares, para dejar sin efecto la actitud chulesca de los infractores y a su cohorte de matones y policías corruptos.