En vista de toda la información, debate y polémica que ha surgido en relación al procedimiento realizado sobre la población de las cabrás de es Vedrà, creo necesario aportar y compartir parte de mi experiencia sobre el tema y datos de los que dispongo. Todo esto sin el ánimo de herir sensibilidades y por si puede ser de algún interés para personas interesadas con la situación.

En la antigüedad hubo periodos en donde existían cabras, ya que se utilizaba este islote y otros a modo de corral natural, y cuando necesitaban carne iban a buscar algún ejemplar para comer. Así parece ser que en es Vedrà, en la antigüedad, se alternaban periodos de cabras con periodos sin ellas, a resultas de que epidemias o épocas de mucha sequía hiciesen que la población caprina muriese.

La población actual de las cabras en es Vedrà empieza en el año 1992, cuando los propietarios liberan doce cabras, un poco con la intención de recuperar una vieja tradición de capturar una o dos para el día de Todos los Santos, cocinarlas y celebrar una comida de hermandad entre todos los propietarios.

Yo conocí es Vedrà a finales de los años 80, cuando llevaba unas cuantas décadas (30 o 40 años) sin cabras, en una expedición con la Universidad y con naturalistas. En esa época el islote estaba en todo su esplendor natural, con toda la formación de arbustos y sabinas centenarias además de unas nueve o diez especies de plantas endémicas.

A partir de la fecha en que se introdujeron las cabras, éstas empiezan a aumentar en número de forma incontrolada. Los propietarios, de vez en cuando, capturaban uno o dos ejemplares al año para celebrar el día de Todos los Santos.

Ante la acción de un rebaño sin control, el conjunto de la vegetación del islote empieza a entrar en fuerte regresión por la desaparición progresiva de los arbustos, sabinas y el resto de plantas.

Ante esta situación, el Govern balear intenta llegar a acuerdos con los propietarios para disminuir la población de cabras, dado el elevado grado de destrucción del islote y el estado de las propias cabras, que soportan periodos de falta de agua y enfermedades.

Desde principios del año 2000, las cabras sufren procesos de muertes masivas por las condiciones antes comentadas, alternando con periodos de recuperación. Se llegan a tener poblaciones de 70 ejemplares, que bajan a 40. Estas oscilaciones no evitan que el conjunto del islote se vaya degradando de forma creciente.

Fui por última vez a es Vedrà el verano pasado y he de decir que la totalidad del islote estaba al borde del colapso ecológico. No es que unas plantas estén afectadas. Desde mi punto de vista, el sistema ecológico ha llegado a una situación crítica: erosión y perdida de suelo por falta de arbustos y sus raíces, desaparición de sabinas centenarias, desaparición de especies de plantas endémicas, falta de cobijo para los invertebrados que utilizan la vegetación, y falta de comida para las lagartijas (también endémicas) y algunas aves que viven de las semillas o de los bichitos que viven a su vez en las plantas.

Desde mi punto de vista, de los expertos de la UIB y de otros colectivos de naturalistas, la situación de convivencia entre cabras y el sistema natural del islote era inviable, como pasa igualmente en Canarias, islas oceánicas, Serra de Tramuntana, etc. Son sistemas insulares que de forma natural jamás han tenido este tipo de rumiantes y cuando se introducen de forma artificial dañan el equilibrio natural de forma irremediable.

Hasta aquí los razonamientos sobre la imposible convivencia de las cabras y el islote de es Vedrà. Ahora hablemos de cómo sacar a las cabras de allí.

Desde principios de los años 2000 hasta la actualidad, el Govern balear ha estado intentando diferentes métodos, sobre todo mediante acuerdos con los propietarios para sacar o reducir la población de cabras de es Vedrà, sin resultados satisfactorios. Así hemos llegado hasta ahora, que se decide actuar de forma definitiva para eliminar la población de cabras ante el crítico estado del sistema natural del islote.

Por supuesto se valoró la posibilidad de sacarlas vivas de allí. Se habla con los diferentes expertos, se examina la orografía del terreno, el estado de las cabras, la posibilidad de acogida por payeses y la existencia de instalaciones para tenerlas en la cuarentena que marca la ley (un año en condiciones de control y con análisis de sangre periódicos).

Hecho todo esto por parte de expertos, se concluye la dificultad extrema de capturar a la cabras vivas, por la tipología del terreno, sin riesgo importante para las personas que hagan el trabajo. También se valoraron tanto la posibilidad de trampas como el uso de dardos anestésicos. En el primer caso, había que bajar a las cabras, trampeadas y después dormidas, de la parte alta donde se refugian, situación muy complicada. Los dardos anestésicos no son eficaces para el caso, ya que para poder acertar fácilmente se necesita una distancia mínima de diez metros y la acción del sedante tarda como mínimo cinco minutos, tiempo en que los animales pueden ir cayendo aturdidos por el acantilado.

En estas situaciones, con el relieve del islote, su extensión, sus recovecos y el comportamiento esquivo de las cabras sí se hubiesen podido coger algunas, posiblemente en meses o años.

Pero sobre todo, lo más complicado y concluyente era el destino final de los animales una vez capturados vivos, en caso de haberlo logrado. El único posible destino una vez cogidas las cabras vivas hubiese sido el sacrificio (según mi opinión). ¿Por que? Porque son animales que no hubiesen aguantado lo más mínimo en un corral, por su comportamiento totalmente asilvestrado y acostumbrado a grandes espacios. Animales que hubiesen muerto de pura inactividad o sufrimiento o de encontronazos contra las paredes o vallas de los cercados. Y esto también ha sido contrastado con veterinarios expertos en la materia.

Otra posibilidad: ya que no son animales recuperables para condiciones de estabulamiento o cercado, intentar capturarlas vivas, bajarlas, meterlas en un barco, trasladarlas a un vehículo y, de forma menos expeditiva y aséptica, sacrificarlas en el matadero y depositar sus cuerpos en el vertedero insular.

En este punto, y según mi forma de ver las cosas, puestos a elegir, me quedo con la opción de la muerte de la forma en que se ha hecho. Y así evitarles toda esa situación antes descrita, para mí de mucho mayor sufrimiento.

La muerte de las cabras se ha realizado in situ, en el islote, por dos expertos tiradores del Govern balear que hacen esta desagradable tarea en la Serra de Tramuntana, donde, por las mismas causas, se sacrifican casi 2.000 cabras al año.

He hablado personalmente con uno de ellos (veterinario) que ejecutó, con otro compañero, los disparos. Lo conozco desde hace años y no es una persona alterada, ni desequilibrada, todo lo contrario. Además de realizar este trabajo redacta proyectos de recuperación de fauna, programas y planes de potenciación de fauna silvestre, aconseja a los gestores de los parques naturales, etc. Su opinión, la de otros técnicos del Govern y consejos de científicos de la UIB han llevado a concluir las formas del procedimiento empleado. Todo lo que me dijo me lo confirmó, en conversación aparte, una técnico del Parque del Govern y uno de los dos agentes de medio ambiente que les acompañaban, ambos también de contrastada experiencia y un nivel de implicación en la conservación de la naturaleza incuestionable.

Según él, la práctica totalidad de las cabras muertas lo fueron de un solo disparo. Y los tiempos de sufrimiento entre el impacto y la muerte fueron, en los peores casos, de menos de dos minutos. Y lo más importante: no quedó ninguna moribunda.

Ha sido muy duro y difícil llegar a este desenlace. Pero poniendo en una balanza la situación ecológica del conjunto del islote y su deriva, el estado y la situación de las cabras en el islote, la extrema dificultad y riesgos en intentar sacarlas con vida y, sobre todo, la imposibilidad de encontrar una salida objetivamente viable para las propias cabras, ha motivado que hayan tenido que ser sacrificadas de esa manera, como un mal menor y para un bien mayor.