Una corriente pedagógica bastante asumida y comprensible, por razonable, por parte de quien está al margen de la docencia, indica que, cuando en una clase determinada clase se producen más suspensos de lo que podría considerarse normal, el problema no es tanto el alumno inaplicado, sino el profesor o la acumulación desafortunada, en una misma aula, de estudiantes vagos o con demasiadas desestructuras en la mochila. Lo que ocurre en la clase sería extrapolable, en buena lógica, al conjunto del sistema porque, si en una determinada fase del proceso educativo se acumulan suspensos en demasía, significa que es la misma estructura y planificación docente la que hace agua y acaba, sino anegando, sí encharcando las capas sociales ya más debilitadas de por sí.

En esta peligrosa tesitura nos estamos adentrando en Balears. Al amparo de las huelgas, controversias y restricciones que ha padecido este primer curso de TIL introducido con calzador, algunos sectores del profesorado han barajado la posibilidad del aprobado general. No sabemos qué ocurrirá, lo que sí estamos en condiciones de confirmar es que, incluso antes de que los políticos se empeñaran en ejercer de doctos docentes, sin mérito ni cualificación para ello, la hoja de ruta pedagógica de este archipiélago estaba ya al borde del suspenso general. Asusta pensar hasta qué grado puede haberse llegado a agravar la situación ahora.

Los informes de la OCDE y de la Asociación de Directores de Secundaria relativos al curso 2011-2012 -cuando la marea verde todavía estaba en sus albores- indican que solo la mitad de los alumnos de primero de ESO aprueban todas las asignaturas a la primera y que, por lo menos en los institutos públicos, una cuarta parte de los estudiantes deben repetir. A los 15 años, también casi la mitad del alumnado, ya ha pasado por el trance de repetir año lectivo, una situación que no convence mucho a los pedagogos actuales porque, por lo general, no es más que el arrastre y la consolidación de carencias iniciadas en los primeros cursos de Primaria.

Con todos estos datos sobre el tapete, resulta que Balears tiene el triste mérito de presentar los peores datos docentes del país, teniendo en cuenta que la media nacional de repetidores es del 38%. También es la comunidad con el farolillo rojo sobre el pupitre por lo que respecta a la tasa de idoneidad, la que relaciona el curso con la edad correspondiente.

La acumulación de todos estos datos comporta una señal de alarma y una estrepitosa llamada al diálogo y a soluciones coherentes y estables para adecuar el sistema educativo. La situación de los repetidores se vuelve propensa para abandonar los estudios con el agravante de que ahora es imposible hallar trabajo fácil. Los directores de Secundaria parecen coincidir en que repetir curso es igual a establecer males endémicos y en que se debe empezar a establecer bases sólidas y crecientes desde Primaria.