Aunque parecen ganas de alarmar, Diario de Ibiza («Groenlandia se derrite») no hace sino reproducir la noticia elaborada por la NASA para que no decaiga el catastrofismo ecológicamente correcto de que se funden los hielos. Lo de que el Polo se derrite por culpa del hombre es una fijación del ecologismo, que aprovecha los calores del verano para recordarnos que estamos a punto de cargarnos el Planeta.

Malo es que a la insufrible canícula que padecemos añadan su visión apocalíptica de un futuro sin hielo. Pero hay que ver lo mal que les sabe admitir que el mundo no se acaba, que el hielo no desaparece y que el deshielo de Groenlandia era parte de ciclos conocidos y previstos. De haber leído completa la noticia con que la NASA provocó el revuelo (´Satellites see Unprecedented Greenland Ice Sheet Melt´) sabrían que «la extensión de este deshielo no es en sí misma significativa €solo milímetros de la superficie de una capa de hielo de 3,5 kilómetros de grosor en su punto más profundo, la mayoría de la cual enseguida vuelve a helarse». Y además conocerían que el deshielo «sin precedentes» tiene precedentes: «El centro Summit (una estación en el centro de Groenlandia) muestra que deshielos de este tipo suceden periódicamente». El último fue en 1889, por lo que el actual ha llegado, según la investigadora de la NASA para el análisis de datos de satélites Lora Koenig, «justo cuando se le esperaba».

Los calentólogos del cataclismo climático crean un clima a base de patrañas que obliga a poner a enfriar todo lo que dicen. Parece cada día más claro que su alarmismo sirve bien a la paga de los agoreros, como aquél hindú que hace dos años derritió él solo los glaciares del Himalaya y sigue cobrando de la ONU como si no hubiera dicho nada, aunque nada pasara a los glaciares.

Nuestros ecologistas tienden a interesarse por lo que no pasa a la ecología de hielos lejanos y desinteresarse por lo que sí pasa a la ecología de las personas que viven a su lado. Como a las de Can Bonet, en San Antonio, que soportan un desastre ecológico real y continuado: la pérdida de sueño por músicas de negocios que pasan del respeto a sus vecinos. Un restaurante-discoteca los mantiene en vela con el estruendo y el deshielo de cubitos en alcohol que sus clientes depositan luego en forma de vómitos y orines en las puertas de los insomnes. Un hotel rural les organiza fiestas hasta las cuatro de la mañana. Que tal hotel alardee de ecológico para impedir dormir a la gente es un paradigma del cinismo. La clave la tiene la alcaldesa de San Antonio que autoriza, al tiempo que la fiesta, el incumplimiento de la ley que protege el descanso. La han visto hacer horas extras en las fiestas nocturnas y así ayuda in situ a elaborar el mapa de ruidos de la isla que promueve el Consell de Alcaldes al que pertenece. Para entender ciertas cosas se necesita ser alcalde.