Algo tendrá el agua cuando la bendicen y algo el matrimonio, esa institución deseada por tantos que la ponen en crisis con su conducta. Los gays quieren casarse, pero la anemia de sus concentraciones en Ibiza les aconsejó dejarlas por ahora y el Diario debe referirse a la que celebraron en Madrid el día del orgullo gay. Lo dedicaban a reivindicar el matrimonio homosexual, para lo que están en su derecho, pero lo hacen en razón de la igualdad, lo que es discutible.

A la igualdad se acude hoy para cualquier cosa porque aceptada su idoneidad la cosa pasa a ser inapelable, lo que convierte a la igualdad en un modo de prohibir las cuestiones. Es evidente la desigualdad de sexos, pero la ideología de género ya prohíbe mentar esa diferencia en base a que somos iguales y solo elegimos un sexo que podemos mudar a voluntad. Pero los matrimonios no son iguales, lo diga el Tritbunal Constitucional o la Asociación Americana de Psicología (APA). La APA declaró en 2005: «No existen pruebas científicas de que la eficacia de la paternidad esté relacionada con la orientación sexual de los padres», lo que se arguye para legalizar el matrimonio homosexual en todo el mundo. Para ello se basó la APA en los 59 estudios que pone en un brete Loren Marks en Social Science Research: ninguno miró las consecuencias a largo plazo para los hijos respecto a su salud, mortalidad, riesgo de suicidio, abuso de drogas y alcohol, delincuencia, pobreza, iniciación sexual precoz, embarazo adolescente, tasa de divorcio, etc.., a que atienden los estudios de efectos sobre los niños en coyunturas tales como la cohabitación, el divorcio o la paternidad en solitario; no tenían una muestra representativa, muchos presentan el sesgo de tener por protagonistas a lesbianas de clase alta, no tienen grupo de control de parejas heterosexuales y adolecen de «la tendencia recurrente en estudios sobre paternidad homosexual a centrarse en los padres antes que en los hijos».

No es atacar a los homosexuales, sino constatar consecuencias de modos de vida que no son iguales en sus resultados, lo que revela el estudio del sociólogo Mark Regnerus en la misma revista. El New Family Structures Study, con datos de 2.988 jóvenes criados en distintos tipos de «estructuras familiares», refuta lo defendido por el lobby gay: que los hijos criados por parejas homosexuales no son distintos. El estudio dice que sí, y por ejemplo que presentan mayores tasas de enfermedades de transmisión sexual, consumo de drogas o tocamientos deshonestos en la infancia. El juez Mark Cady falló en 2009 la constitucionalidad del matrimonio homosexual porque «según lo establecido por la ciencia, la orientación sexual de la pareja es irrelevante en la formación del niño» y la necesidad de contar con un padre y una madre «carece de validez empírica». La APA y el juez pueden rectificar ante evidencias científicas de calidad, pero será difícil reparar las consecuencias de sus errores en víctimas de inexistentes igualdades.