Los indigentes de Ibiza y sus pueblos pueden dirigirse a partir de ahora a las sedes locales del PSOE, que por ser partido político no paga el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), para conseguir la comida, ropa y techo que obtenían de Cáritas hasta la fecha. Deben acudir en horas fijadas para no interferir en las peleas internas del partido, que le ocupan casi toda la jornada. Próximamente el PSOE ibicenco abrirá centros misioneros para atender sidosos en Gabón y leprosos en el Alto Volta para relevar los que la Iglesia sostiene allí.

Todo lo originó la ruinosa Bankia: el PSOE pide a la Iglesia arrimar el hombro como todos y pagar IBI. Curiosa amnesia del campeón de la memoria histórica: olvida que los acuerdos económicos Iglesia-Estado vienen del mayor expolio de la historia de España; que del IBI están exentas ONG, partidos políticos, sindicatos, federaciones deportivas, mezquitas, sinagogas, Cruz Roja y edificios de la Iglesia dedicados a beneficiar a la gente sin ánimo de lucro; y que la Iglesia sí paga IBI por sus edificios no amparados por La Ley de Mecenazgo que regula estas cosas.

Tras ocho años de gobernar con Zapatero, Rubalcaba, reputado por su afán de controlarlo todo, olvida que el gobernador del Banco de España impuesto por ellos apoyó la fusión de Caja Madrid y Bancaja, dirigida por otro socialista, Antonio Tirado. Menos mal que el Wall Street Journal tiene memoria y recuerda los augurios de Zapatero en el Parlamento: «Queremos que el proceso de Bankia sea un éxito». Pero Rubalcaba no se enteró: «No se me ocurre ninguna manera de hacerlo peor». Vista la historia reciente, si los políticos quieren ayudar a la banca lo mejor que harían es olvidarla. Lo que los bancos y los que vamos a pagarlos necesitan no es una política sobre la banca. Lo que necesitamos es una política sobre los políticos, diseñada para ponerlos en su sitio y evitar que metan la mano (en sentido literal) en las Cajas. En Bankia metían mano 18 directores y ahora los reducen a 10. Sobraban 8, pero Rubalcaba tampoco se percató cuando mandaba. Eso explica su sorpresa: «¿Pero qué ha pasado aquí?» Pero que diga no saber no cancela su deuda de explicarnos por qué no se enteró cuando en el Gobierno era su deber enterarse y tuvo, y usó, todos los medios a su alcance.

Los que creían historia las argucias de Zapatero ven en el sucesor las mismas tretas para despistar. La fijación con la Iglesia de los dirigentes del PSOE en cuanto se acerca la posibilidad de poner la cruz en la casilla de Hacienda sería de psiquiatra si no fuera antes una cuestión de responsabilidades.

Ni siquiera Fernández Ordóñez irá al Parlamento a desentrañar la bancarrota de Bankia. Nadie nos explicará cómo ganancias de 309 millones de euros se convierten en pérdidas de 3.000 millones y en ayudas de 23.000 millones de las que «no hay que devolver nada» (Goirigolzarri dixit). Pero al menos tenemos un culpable: la Iglesia.