El secretario general del PP balear no se le ocurre otra salida que comparar a las prostitutas afiliadas a su partido con los médicos. Las comparaciones son odiosas y comprensible será que las prostitutas se molesten. Pero Ramis justifica con su asociación mental la afiliación al PP de las profesionales del oficio más viejo del mundo, y sigue la línea del Govern de su partido en el trato a los profesionales de la medicina, en la que solo queda pedirles que pongan la cama. Naturalmente me refiero a camas de hospital, no a las que usan las meretrices en el ejercicio de sus funciones. Desconozco si esas cortesanas del PP se ven obligadas por la crisis a bajar el precio de sus servicios (eso habría que preguntarlo a expertos como Ramis), pero es notorio el ensimismamiento de este Govern con la nómina de los médicos. Les congeló los ingresos por la carrera profesional, congeló sus sueldos, aumentó su horario laboral sin pagárselo de ningún modo, y ahora les quita el 30% de la partida de carrera que antes dijo haber congelado. Consuele a los galenos saber que parte de esos recortes se destina a pagar la subida de los consellers del Govern, que se aumentan su propio salario porque saben valorar como nadie sus excepcionales dotes y dedicación a bajárselo a todos los demás. Su aumento es por supuesto prioritario al nuevo hospital de Ibiza, que no es del Ib-Salut aunque lo digan, porque todavía no pagaron el primer ladrillo. Sabemos que los médicos no necesitan estímulos económicos como los consellers, porque ejercen su trabajo por vocación y, en caso de deudas, siempre pueden hacer la esquina entre las guardias. Que las rameras adscritas al PP no saben lo que es el PP ni que las apuntaron a un partido con ese nombre, encierra opacidades que solo puede esclarecer quien lo hizo sin su conocimiento. El PP no está obligado a desenmascarar y expulsar a los autores de tal fechoría con el consiguiente escarnio público. Ni los votantes a fiarse de un partido cuyos jefes convalidan tales prácticas con la simple equiparación de matasanos y furcias o el «ya escampará». El dilema de ese partido es que el asunto evoca y enlaza con precedentes de otros tiempos del PP, los de un tal Matas: aquellos gerifaltes del Govern que bebían champán en burdeles de Moscú en viaje oficial, aquel exjefe del Ib-Salut que alternaba como concejal en los clubs gais de Mallorca, todos con tarjeta de crédito oficial. Porque no se trata de si las putas tienen derechos como personas, cosa que suponemos antes de que el PP nos lo venga a enseñar para usarlo como cortina de sus propias pifias. Es que parece que este partido admite en su seno una facción que conoce demasiado bien los entresijos del viejo negocio. Tan bien como para tener los datos de las chicas y estar en situación de afiliarlas sin más. Y todo dentro de un partido que dice tener como ideario (¿otra cortina?) el humanismo cristiano.