Puede que la política de Formentera reúna características no homologables con ningún otro lugar. O que el ser pocos y en espacio escaso haga más evidentes los manejos de la política partidista. El caso es que la política formenterense destaca y sorprende a propios y extraños desde siempre. Hemos visto a políticos de colmillo retorcido, ibicencos y mallorquines, salir chamuscados de la pitiusa menor jurando no volver a intentar entenderla. Ahora el PP, fuera de las instituciones de la isla por falta de votos, contradice frontalmente la política de austeridad con que nos trata a todos y crea en Formentera un cargo político del Govern nuevo, innecesario y costoso. Por si no era claro el partidismo del asunto, lo hacen obvio sus promotores al imponer para el puesto al jefe local del propio partido, que dirige también la oposición en el Consell de Formentera. Ignoro con qué extraños argumentos se habrán convencido a sí mismos Govern y PP de Formentera para parir un engendro tan falto de sutileza. Para los demás quedó claro desde el primer día que el objeto del invento es figurar donde las urnas los rechazaron. Y que choca de frente con las razones que el Govern esgrime con el plan inflexible para despedir a 700 de sus empleados. Que convenzan a los formenterenses para que cambien su intención de voto con estas contradicciones está por ver, pero todo es posible en la política de Formentera, que cuenta con el voto más disputado de Baleares, donde un pequeño número de votantes llegó a decidir el color político del Consell de Ibiza y el Govern balear. La pitiusa menor tiene un poder sobre las decisiones baleares que ya quisieran para sí poblaciones que la multiplican en habitantes. Tal es ese poder que hizo salir de sus tumbas a formenterenses emigrados a Argentina para acercarse a las urnas. Los partidos dijeron compensar la doble o triple insularidad del lugar con regalos que han resultado patatas calientes para ellos mismos pero de los que nadie se atreve a echarse atrás. Confundieron la solidaridad con las minorías con hacernos creer que puede haber un hospital funcional para una población del tamaño de la de Formentera y que se debe cambiar la Constitución para que la isla tenga un senador. Juegan al quien da más sin calcular las consecuencias. El Govern del PP ha creado un símbolo de incumplimiento de su programa y de contradicción de sus resoluciones, y lo ha colocado bien alto y visible. Justificar que los formenterenses hagan a distancia la Formación Profesional para ahorrar, pero necesiten doble oficina de presencia física para un político que ya estaba allí, aunque no lo votan, cabe en la política de Formentera. Esta torpeza del Govern solo es comparable a la que mostró al recurrir una sentencia que le dice que no deben subirse el sueldo ellos mientras nos lo bajan a todos los demás.