Único y Verdadero Defensor del Paciente» se declara sin pudor en su web la ´Asociación el Defensor del Paciente´. Con esos términos religiosos de tinte dogmático se siente también iglesia única y verdadera y se querella contra todo el que se llame defensor del paciente en España sin su permiso. Su web está preñada de modelos de denuncia de pecados sanitarios. En Diario de Ibiza la asociación acusa al Govern Balear del pecado de «esconder una ideología» tras decidir no dar dinero por las buenas a las clínicas abortistas de Baleares. Según el director general del Ib-Salut, Juan José Bestard, esas clínicas se llevaban un millón de euros al año sin ningún tipo de control público sobre los abortos que realizaban, sin presentar las ecografías que demostraran que la mujer estaba embarazada ni la semana de gestación en que se encontraba y sin pasar por el control previo de la sanidad pública. O sea, presentaban factura de cualquier mujer en edad fértil de 340 euros por intervención con anestesia local y de 440 para una con general o con la píldora abortiva RU, y el Govern, o sea, el lector, pagaba sin pruebas. Naturalmente, los propietarios de las clínicas y el Dr Thomàs, padre del concierto-engendro ahora abortado, están indignados. El manejo del lenguaje permite llamar ´clínica´, nombre evocador de sitio para curar, a un local dedicado a matar embriones y fetos humanos.

Pero la asociación que defiende a los pacientes exigiendo que todos paguemos una matanza se lía hasta acusar al Govern de lo que ellos padecen, una ideología detrás de sus actuaciones. La sutileza de llamar salud sexual, o salud de la mujer, a la muerte segura que conlleva cada aborto, está pensada para evitar que se plantee lo evidente como parte de la ideología que se ha impuesto en la plaza pública y quiere callar con sus gritos a la discrepancia que ve y detesta la muerte real provocada de seres humanos en desarrollo. Lo evidente es que todos hemos sido embriones y fetos y sabemos leer porque no nos topamos con un empresario de clínica abortista o con el doctor Thomàs, que también fue embrión y feto. Que, en esas ´clínicas´, de cada dos seres vivos que entran sale vivo uno. Que calificar de ideología el decirlo y no querer pagarlo es ignorar el concepto de ideología. Lo evidente es que el feto como paciente no puede defenderse mientras la asociación de defensa del paciente llama ideología a no aceptar que se le mate ni que se enriquezcan a costa del erario los que se dedican a eso.

Hay quien con buena voluntad se pierde en si el feto sufre dolor durante el aborto. Pero ni le podemos preguntar ni es esa la cuestión. Se aleja por reflejos del cuerpo extraño que lo descuartiza o le vacía el cerebro dentro del útero de su madre, pero no puede huir del espacio que fue su protección hasta la ´intervención´. A querer matar le llaman defensa del paciente; y a no querer, ideología.