Los portavoces de los partidos políticos han cambiado sus papeles en el tema de la radioterapia en Ibiza al cambiar el poder de manos. Antes el PP golpeaba al PSOE por su indecisión para instalar un servicio de radioterapia en la isla; ahora el PSOE golpea al PP con el mismo argumento. Pero en justicia hay que reconocer a la consellera Carmen Castro la meridiana claridad de sus declaraciones en favor de la radioterapia en Ibiza («Que haya radioterapia en Ibiza es una decisión y un compromiso que tengo y que mantengo»), que contrasta con la ambigüedad que siempre mostró desde su cargo el exconseller Thomàs.

Parte del coste de vivir en el paraíso ibicenco se paga con la carga económica, familiar y laboral de tener que salir de la isla para acceder a servicios especializados. Mucho habría que decir al respecto de un caso paralelo, tabú hasta la fecha y tratado en voz baja en los medios sanitarios, del que no se evalúan públicamente costes y resultados: el hospital de Formentera. Esa instalación la justificaron los partidos por el doble aislamiento de Formentera, dado que el número de habitantes no daba para un hospital. A ningún inversor privado se le ocurre hacer un hospital en Formentera para perder dinero, pero la ley obliga a la sanidad pública a ofrecer una asistencia universal y gratuita y se respaldó una instalación sanitaria por razones ajenas a los números.

El dinero no es el único problema. Se ha probado repetidamente que la calidad de los servicios sanitarios se relaciona con la frecuencia de su utilización, y el ejemplo clásico son los servicios de cirugía. El resultado de una intervención depende estadísticamente de la frecuencia con que el servicio la practica: a mayor frecuencia, mejores resultados y menos complicaciones. Los que objetan contra la radioterapia en Ibiza basados en esa posible infrautilización («es rentable políticamente, pero no económicamente») provocan acusaciones de poner el dinero delante de la salud. Pero no se puede olvidar que los presupuestos son limitados ahora que su escasez amenaza con la huelga del servicio de limpieza del hospital. Es imprescindible analizar sin crispación todos los aspectos de este serio problema sanitario. Incluye que haya profesionales en número suficiente dispuestos a venir a Ibiza y en qué condiciones. Y en cualquier caso deben contarse no solo los 150 pacientes tratados en Son Espases, sino los pacientes oncológicos ibicencos que recibieron radioterapia en otro lugar, los que con indicación de radioterapia no la recibieron con tal de evitar desplazarse y los que no pudieron hacerlo por su mal estado de salud o por aprietos económicos.

Y deben prever el turismo sanitario, muy voluminoso en Ibiza, y que puede hacer que acabemos con listas de espera de radioterapia al atraer a alemanes, marroquíes, sudamericanos e ingleses a nuestro servicio, si es que llega a existir.