Dice Diario de Ibiza que la Federación Valenciana de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (LGTB) pide al Tribunal Superior de Justicia que inste a la Generalitat a promulgar una ley que prohíba la canción ´Maricón el que no bote´.

Es un fenómeno de nuestra época que los lobbies gay presionen a las instituciones para conseguir normas que les favorecen y que luego imponen como canon a la sociedad. Oponerse a esta manera de encauzar las cosas según sus pautas acarrea el inmediato apóstrofe de homofobia. El lobby gay logró en 1973 que la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) sacara la homosexualidad de la clasificación de problemas psiquiátricos, pero no por ningún avance en conocimientos médicos o científicos, sino a base de manifestaciones y presiones. Es más, como efecto de la desclasificación del 73 un considerable cuerpo de datos psicológicos sobre la homosexualidad tuvo que pasar a considerarse como no relevante. Desde esa fecha hicieron costumbre su método junto al cerco simultáneo de los disidentes. El lobby está por considerar mérito la homosexualidad y prohibir su tratamiento médico, que contradice ese supuesto, aun a los homosexuales que sufren por su condición y lo solicitan. Buscan siempre apoyo político: la consellera Geli quiso cerrar una clínica de Barcelona que lo trata y en el Congreso se formó una algarabía cuando un psiquiatra llamado por los mismos diputados se lo intentaba explicar. Así, los manifestantes ante la reunión de la APA en Philadelphia en 1994 tenían una peculiaridad: quienes protestaban por el trato a los homosexuales era un grupo de ex-gays que pedían que los delegados reconocieran el derecho a una terapia para los que quieren dejar de ser homosexuales.

La presión y la corrección política sustituyen a las evidencias objetivas en el tema de la homosexualidad, y el miedo a verse acusado de homofobia silencia a los discrepantes. Pide la LGTB «sanciones a las localidades donde se cante» la canción ´maricón el que no bote´, su «supresión de los repertorios de las bandas en las fiestas populares» y «medidas restrictivas o correctivas». El lobby homosexual persigue un sistema de vigilancia política, de policía de las ideas, que va más allá de sus objetivos declarados. Obtenidos ya todos los reconocimientos de igualdad, el matrimonio gay, la adopción, y leyes que condenan a quien los critica, lograron las metas para las que nacieron pero esos grupos de presión no se disuelven. Se perpetúan en su papel reivindicador, y si solo les queda invadir vidas ajenas y subordinarlas a su propio sentir, no dudan.

La igualdad que empezaron pidiendo para sus diferencias es hoy ofuscación contra los que difieren de ellos y lo que exige ahora el lobby gay es que solo botemos cuando suena su canción.