Según encuesta del CIS, el 80% de los baleares piensa que los políticos buscan exclusivamente su propio interés. Engorda la encuesta con la última provocación, el intento de controlar los informativos de la TV pública. Los partidos legitiman la TV pública con la coartada de divulgar la cultura, pero lo que persiguen sus propios agentes es controlar la información del medio más influyente. En el sigilo del Consejo de RTVE, donde no tenían que ocultar el encargo de sus partidos, desnudan su genuino afán de revisar e influir la información que nos da la TV pública. Y lo bueno es que a nadie ha sorprendido la intención de los consejeros: solo escandaliza su increíble torpeza. Su patetismo y la urgencia en rectificar su proyecto intervencionista tras el griterío que provocaron, llama a cuestionar qué hacen en TV unos señores perfectamente prescindibles. Porque su mentalidad parece tan poco rectificable como escaso su aprecio a la libertad . Cuando niegan defender lo que todos vimos que defendían, solo desenmascaran su hipocresía. De no trascender su intento no habrían dado marcha atrás y los consejeros filtrarían ahora lo que transmite TVE con métodos afines al de comisario político, que no para otra cosa les pone ahí su respectivo partido.

La encuesta del Diario de Ibiza digital estaba al 99% por la dimisión de los consejeros, pero su partidista sentido del deber les hace inmunes a la opinión y al bochorno. Y se quedan todos menos uno. Y pasmados ante el rechazo universal que provocan, se atreven aún a pedir que la TV pública no hable de ellos, confirmando así su idea de la libertad de información y el concepto privilegiado que tienen de su persona. Lo que no se explica bien es la necesidad de tal Consejo ni de la TV pública. Si quisieran mejorar la información, dejarían de sobarla con sus manos contaminadas de ideología de partido e intereses personales.

Los partidos nombran a estos consejeros tras cuidadosa selección y se han visto obligados a salvar la cara y desautorizar su insolencia. Pero al mantenerlos en el cargo se hacen, más que cómplices, responsables de algo tan bajo en una democracia como querer censurar la información. El repudio a los políticos que revela la encuesta del CIS traduce la convicción general de que la política hoy es un negocio disfrazado de servicio al pueblo. La excusa de la TV pública es divulgar la cultura. Y cada poder público, por minúsculo que sea, quiere una TV pública propia para divulgarnos su cultura. Pilar Costa y Xico Tarrés, sin ir más lejos, tiraron en Ibiza no sé cuantos millones de las antiguas pesetas en los preliminares de una de estas divulgaciones culturales. No necesitamos una política de información controlada por consejeros de partido, cosa propia de dictaduras; lo que necesita la información es una política sobre los partidos diseñada para ponerlos en su sitio.