Como es habitual nos encontramos con caminos muy malos, llenos de casas rodeadas de pinos a las que es muy difícil proteger, no hay cortafuegos ni pistas forestales y el bosque está muy sucio, con lo que es muy difícil avanzar y más de noche. Es lo mismo que ocurrió en Benirràs y en Sant Joan», dicen los bomberos después del enésimo incendio, en Cala Llonga esta vez. Se suceden los incendios y las autoridades no cambian unas normas que generan las dificultades denunciadas por los expertos en fuego. Su persistencia en el error debe tener una explicación psicológica con la que justifiquen tenernos a merced del fuego, no concebir normas que posibiliten controlarlo y perseguir al que pretende prevenirlo. Mantienen las normas de probada ineficacia convencidas de que Ibiza es un paraíso y tocarlo es una agresión intolerable. Cuando un nuevo fuego convierte en infierno el paraíso se lamentan y dejan sus normas como estaban.

Francis Bacon, ya en 1620, describió el «sesgo de confirmación»: cuando la mente se forma una opinión, acepta evidencias que la apoyan y no ve las que la contradicen, de modo que «las conclusiones permanezcan inalterables». Ponía Bacon como ejemplo la astrología: quienes creen en ella ven los datos que confirman su creencia y rechazan la mayoría de hechos, que la impugnan. Eso parece suceder a los responsables de que no nos quememos nosotros o nuestras propiedades. Ven que la isla es un paraíso pero no ven que vira irremisiblemente del color verde al negro, una ceguera que les bloquea para políticas preventivas, cortafuegos, pistas forestales, limpiar bosques y cortar los pinos cercanos a las casas como claman los bomberos.

Todos los humanos somos propensos al sesgo de confirmación, que en esencia nos confirma que tenemos razón y no nos deja bajarnos del burro en contra de la evidencia. La psicología hoy lo reconoce como alguien invisible que dirige nuestra mente a que, sin darnos cuenta, tendamos a enfatizar los hechos que apoyan nuestras posiciones, mientras rechazamos o minimizamos los que se oponen. Políticos inteligentes pueden así ignorar las evidencias que contradicen sus premisas.

Aún hay otra dimensión psicológica que se ha hecho rutina en el enfoque de los incendios en Ibiza. En el momento de mayor alarma detienen con mucha publicidad a un presunto autor, que a la larga suele quedar en nada. Pero en la hora más caliente sirve al efecto de concentrar la ira popular, en una especie de terapia de grupo de descarga contra un cabeza de turco (con el agravante de ser hippy, cultivador de marihuana o ¡hasta argentino!), y ayuda a distraernos de que hay responsables de la política antiincendios que brillaron por su inacción cuando estaban a tiempo de adoptar medidas preventivas.