El incendio que ha destruido buena parte de los bosques de Sant Joan ha sido una tragedia ecológica y paisajística sin igual para nuestra isla, pero representa también un serio aviso de cara al futuro, ya que existe el riesgo, cada vez más claro, de que los verdes montes de Ibiza se conviertan en las mismas laderas erosionadas y calvas que solemos ver en las costas valencianas o andaluzas.

Sin embargo, para aprender de esta dramática experiencia y actuar sabiamente de cara al futuro es necesario despejar los prejuicios y las manipulaciones que envuelven este asunto, y poner al descubierto los verdaderos elementos que han determinado la situación actual. Quizás el mayor de estos prejuicios, sin duda el más absurdo, se basa en la supuesta existencia de leyes y normativas que habrían sido impulsadas por los ecologistas y que impedirían de facto la tala de pinos. Circula la idea, extraordinariamente difusa, de que ´los verdes´ impiden talar los pinos en los montes de Ibiza, e incluso alrededor de las casas, haciéndoles, de esta manera, directamente responsables del estado de abandono de los bosques y de convertirlos así en verdaderos polvorines.

Para desmentir estas mentiras, que son casi tan obscenas como sería acusar a Save the Children de fomentar los abusos a los niños, o responsabilizar a Alcohólicos Anónimos de los botellones, nos vemos obligados a hacer unas cuantas aclaraciones.

En primer lugar, hay que recordar a nuestra olvidadiza sociedad que la tala de árboles en los bosques privados de Ibiza (prácticamente todos) siempre ha estado regulada por normas estrictas, tanto que durante el franquismo era mucho más complicado y costoso que ahora para los propietarios obtener un permiso para talar árboles en sus fincas.

Los gobiernos democráticos han ido facilitando la tala (al contrario de lo que se piensa o se insinúa), hasta el punto de que hoy en día solo hace falta una simple llamada telefónica a los forestales para que un funcionario se persone rápidamente en la finca, llevando consigo los planos de la misma y los impresos para rellenar; el mismo técnico marca los pinos que, por su edad, situación o estado de conservación, son más aptos para ser talados, y tramita el expediente para el propietario, quien solo tiene que abonar en el banco una cantidad muy reducida en concepto de tasas. Para poner un ejemplo concreto, la tala de unos 130 pinos en una finca de Santa Gertrudis costó en total 17 euros de tasas a su propietario.

Las razones para talar árboles son tan variadas como reducir el riesgo de incendio alrededor de las viviendas creando cortafuegos, recuperar o mantener bancales de cultivo, obtener leña para calefacción, vigas para construcción, explotación maderera, mantenimiento de caminos, etc. Sin embargo, durante todo el año 2010, solo hubo 251 peticiones para talar unos 12.000 pinos, que fueron todas autorizadas.

Estando así las cosas desde el punto de vista jurídico, las verdaderas razones por las que no se procede al esponjamiento y a la limpieza de los bosques por parte de sus propietarios son las siguientes: su alto coste en mano de obra, su dificultad logística debido a las pendientes y a los malos accesos, y, sobre todo, a su escasísima rentabilidad en el sistema energético actual.

Mientras no cambie esta situación, las voces que se levantan indignadas tras cada incendio invocando la limpieza de bosques como única verdadera manera de reducir el riesgo serán siempre un brindis al sol, ya que dicha limpieza es muy costosa y compleja, se tiene que hacer en terrenos privados, los propietarios no pueden o no quieren pagarla y las instituciones públicas tampoco tienen los recursos para pagarla ni para mantenerla, ya que la maleza se renueva y vuelve a crecer rápidamente tras cada desbroce.

Y aquí llega la solución: la única manera de hacer posible la limpieza regular y sistemática de los bosques: hacerla rentable para sus propietarios y para la sociedad ibicenca en general, cosa que se puede lograr modificando el modelo energético de la isla para hacerlo sostenible y renovable, sacando de los bosques el combustible que necesitamos para producir energía eléctrica por medio de una o varias centrales de biomasa. Esta idea puede parecer descabellada, pero es muy parecida a lo que se hacía en el pasado, cuando los bosques estaban limpios gracias a la industria maderera y sobre todo a la producción de carbón, que se hacía a partir de los restos vegetales de poda y de tala. En esa época, toda la energía que se utilizaba en Ibiza para cocinar, para calentarse o para usos industriales salía de los bosques en forma de leña o de carbón.

La biomasa (restos de poda y de tala triturados) es un combustible totalmente renovable y no contaminante para producir electricidad limpia, sobre todo como complemento de las energías solares y eólica. Hoy en día existen calderas de biomasa y turbinas que ofrecen rendimientos muy elevados. Alemania, un país con un tejido industrial enorme que tiene grandes necesidades energéticas, ha basado su futuro energético en las centrales eléctricas de biomasa, en la energía solar y en la eólica para sustituir a la peligrosa energía atómica.

Hoy en día, nuestro sistema energético está organizado de manera tal que pagamos verdaderas fortunas a dictadores genocidas y corruptos para traer hasta España e Ibiza, en barcos peligrosos y contaminantes, el petróleo, un líquido inmundo y venenoso que quemamos en nuestros motores y generadores para producir la electricidad y el calor que necesitamos. Gracias a este genial arreglo, financiamos regímenes corruptos en lugar de invertir en nuestra propia economía, perdemos muchos puestos de trabajo dignos y estables para nuestros parados (ligados sobre todo a la tala y recogida de la biomasa), dejamos nuestros bosques en un peligrosísimo estado de abandono, nos envenenamos con los gases del petróleo y estamos sujetos a los vaivenes políticos de los países petroleros. Ante semejante delirio cabe preguntarse: ¿quién se beneficia de esto? Naturalmente, son los mismos de siempre: las multinacionales petroleras, los bancos que invierten en ellas, los llamados ´mercados´, o sea los grandes inversores que solo miran al beneficio inmediato y máximo, le cueste lo que le cueste al Planeta y a la Humanidad.

Obviamente no estamos hablando de diezmar los bosques de cualquier manera para producir electricidad, sino de hacerlo de forma sabia y regulada, manteniendo el paisaje y el aspecto de las montañas ibicencas cubiertas de vegetación, pero reduciendo el número de pinos donde son demasiado tupidos, podando las ramas bajas y secas, y eliminando sistemáticamente los matorrales que crecen en el sotobosque, propagan las llamas e impiden caminar. Un futuro energético limpio, seguro y sostenible es posible para Ibiza, ¡incluso puede ser un gran negocio! Solo hacen falta información, transparencia y un gran pacto político y social que supere las obsoletas divisiones entre derecha e izquierda y ponga en marcha políticas verdaderamente beneficiosas para la ciudadanía y el medio ambiente.