Nunca como el pasado martes la lluvia habia sido tan deseada y tan bien recibida (como agua de mayo) en Sant Joan. Tras cinco interminables días de fuego y devastación, la tormenta se sumó al esfuerzo y la pericia de los efectivos de la UME, el Ibanat, bomberos insulares y voluntarios (no es ahora el momento de enzarzarse en peleas baldías por un quítame allá esa medalla) para poner fin al peor desastre medioambiental de la historia de esta frágil isla.

No vale echarle la culpa a la naturaleza, esto no ha sido una catástrofe natural. El fuego no comenzó por un rayo o por temperaturas abrasadoras de 50 grados. No, todo empezó por una imprudencia, por usar el fuego en el monte con temperaturas de 30 grados y mucho viento. No hay que olvidarlo. Y en ese punto somos culpables todos. Por nuestra falta de conciencia colectiva, por nuestro desprecio de la naturaleza, por nuestra total ausencia de sensibilidad hacia el medio ambiente. Ahí estamos, lanzando colillas desde el coche, dejando botellas tiradas en el monte, quemando hierbas cuando no toca, montando barbacoas en plena canícula, encendiendo hogueras en plan ´qué hippy soy´ y tantas y tantas imprudencias que solo gracias a una suerte que no nos merecemos pasan las más de las veces sin consecuencias.

Pero que después de la (presunta) negligencia de un apicultor el fuego se encontrara con un bosque reseco y descuidado que prendió como un gigantesca cerilla y convirtió el incendio en el más devastador que ha sufrido Eivissa ya hay que ponerlo en el debe de las administraciones. Que alguien me explique, y clarito a poder ser, cómo es posible que después de que el fuego haya destruido más de 1.000 hectáreas de bosque ahora toooodo el mundo sepa qué se tenía que haber hecho para impedirlo. Si toooodo el mundo lo sabía, ¿por qué no se hizo?

A mi no precisamente tierna edad, ya he visto (y hasta sufrido) unos cuantos grandes incendios en la isla. ¿Por qué después de cada uno de ellos, he escuchado la misma cantinela que estoy oyendo estos días? Que si falta limpieza del bosque, que si sobran pinos, que si no hay cortafuegos, que si no hay aviones con base en la isla... Llevamos décadas escuchando lo que hay que hacer, entonces ¿por qué demonios no se hace? (maldita sea, empiezo a parecerme a Mourinho).

A pocas semanas de que tomen posesión de sus cargos, los nuevos responsables políticos de la comunidad tienen la oportunidad de comenzar a trabajar desde el minuto 1 en mejorar las condiciones no ya para evitar incendios (siempre habrá algún imbécil que haga saltar la chispa), sino para impedir que adquieran proporciones tan descomunales como ha ocurrido este mes de mayo (¡y aún no ha empezado el verano!).

Y los ciudadanos, en lugar de criticar en tertulias de bar lo que pudo haber sido y no fue, haríamos bien en ser cuidadosos y sensibles. O esto o encomendarnos al cielo para que llueva, como hacían quienes para su desgracia, hace no tantos años, no contaban con nuestro dinero ni nuestros medios.