Suelen proclamar su interés prioritario por los ciudadanos más desfavorecidos y nos piden ideas para hacer promesas en las elecciones de mayo. En esa confianza me permito una aportación que no harán los interesados, unos porque hacen dinero con el tema, otros porque lo disfrutan y otras por su situación de sometimiento y explotación. Muchas ignoran el idioma, la ley que las protege y el modo de salir de su situación de víctimas del tráfico de personas que hace el crímen organizado transnacional. Es el negocio criminal que más crece, solo inferior en volumen al tráfico de armas: calcula Nikolas Kristoff que hoy se venden más esclavos que en el máximo del tráfico de esclavos con América. El chulo se ha industrializado y aunque el negocio del sexo y el tráfico de personas están tan ligados como el tabaco y el cáncer, la percepción popular no acaba de reconocer lo que tenemos delante: seres humanos usados como mercancía, en situación de inseguridad física, en desigualdad de poder con el cliente y sin alternativas reales, lo que viola su supuesto consentimiento y las acerca al status de esclavas. Un estudio en nueve países que publica el Journal of Trauma Practice es elocuente: el 71% de las prostitutas han sido atracadas; el 63% violadas; el 89% abandonarían el oficio pero no tienen opciones para sobrevivir; el 75% ha estado sin hogar en algún momento de su vida; el 68% reúne los criterios para el diagnóstico psiquiátrico de Síndrome Postraumático, con la gravedad de los síntomas fuertemente asociada con el número de diferentes tipos de agresiones físicas y sexuales sufridas a lo largo de su vida. También contradice los mitos corrientes acerca de la prostitución: que la mayoría de las prostitutas consienten voluntarias o ejercen el oficio por culpa de la droga; que la prostitución y el tráfico de personas son cualitativamente diferentes y que descriminalizarla o legalizarla atenuaría sus consecuencias. La legalización de la prostitución ha contribuido paradójicamente, en países como Australia y Holanda, a que aumenten tanto los burdeles ilegales como el tráfico de personas. Se legaliza el negocio y la industria de la prostitución se expande, con chulos reconvertidos en businessmen del sexo, aumento de la prostitución infantil (en Holanda el 300% de 1996 a 2001) y los clientes pueden comprar mujeres en un ambiente social y ético más relajado. Pero no es solo un asunto de moral pública o de enfermedades venéreas, sino que encierra una violación de los derechos humanos, continuada y ostentosa, de la que no se ocupan los pregoneros del igualitarismo por decreto y que parece ajena a quienes dicen perseguir la violencia de género. La ONU, desde el protocolo de Palermo del 2000 aconseja un cargo en las instituciones para la lucha contra el tráfico de personas, especialmente de mujeres y niños, las víctimas de ese tráfico más habitualmente dedicadas a la prostitución. Uno de los tantos cargos prescindibles en Ibiza debería ser dedicado a comenzar el trabajo, ya que consellerías supuestamente dedicadas a la ciudadanía brillan hasta la fecha por ignorar el problema. Proclamar la abolición de la esclavitud en Ibiza sorprenderá al menos a los confiados en la impunidad del ambiente que asocia el nombre de Ibiza con una liberación sexual curiosamente llena de esclavas, porque es más que probable que en la historia de la isla nunca hubo un número comparable de esclavas al que tenemos hoy.