Cuando vemos con cierta perspectiva la transformación que ha tenido Ibiza en sus costas y en su geografía interior, empezamos a entender hasta qué punto es ya irreversible el destrozo provocado por nuestra intervención en un medio especialmente frágil por su limitación territorial y su insularidad. Preferimos ignorarlo, pero delante de nuestras narices tenemos un hecho incontestable: Ibiza ha cambiado más en las últimas seis décadas que en los últimos mil años. Y no ha sido para bien, porque está muy claro que dejaremos una isla mucho peor que la que recibimos. Y no hablo sólo de paisajes. ¿Alguien sabe, a pesar de la sofisticación de las artes de pesca, por qué las capturas se reducen un año tras otro? ¿Alguien sabe por qué crece la población de medusas que son ya una amenaza en nuestras playas? ¿Alguien sabe por qué es salobre el agua de los pozos, por qué se han secado las fuentes, por qué el único río que teníamos es sólo un torrente y por qué, en fin, hemos tenido que echar mano de las desaladoras para tener agua potable? ¿Alguien sabe por qué invaden nuestros fondos algas que amenazan nuestras posidonias, lo que significará una pérdida severa de oxigenación en nuestra atmósfera y en nuestras aguas? ¿Alguien sabe a qué se debe la creciente mortalidad de las abejas que puede dar al traste con infinidad de cultivos? ¿Alguien se ha preguntado por qué la procesionaria se multiplica de tal forma que obliga a Medio Ambiente a recomendar medidas urgentes? ¿Alguien sabe por qué es extraordinario ver flamencos en los estanques salineros cuando los llegamos a ver en ses Feixes? ¿Alguien se ha preguntado por qué se reducen en nuestras playas los arenales? ¿Alguien sabe por qué se ven menos lagartijas en los muros, por qué se reduce la población de conejos y han desaparecido casi totalmente el lirón y la jineta?

Sin alarmismos de ningún tipo, empiezo a pensar que no nos faltan avisos de que estamos alterando de forma acelerada el equilibrio natural que nos aseguraba lo que hoy llamamos ´sostenibilidad´, la supervivencia con una cierta calidad de vida. Roto ese frágil equilibrio, la naturaleza nos da su respuesta con fenómenos que nos sorprenden y que no controlamos. Uno diría que es cierto lo que algunos científicos dicen, que la Tierra está viva y se defiende de nuestras agresiones. La cuestión es si sabremos interpretar lo que nos pasa y si estamos dispuestos a cambiar. En otro caso, visto lo visto, parece que la naturaleza pondrá las cosas en su sitio. Aunque tal vez no nos guste el precio que por ese reajuste tendremos que pagar. O que tal vez ya estamos pagando.