Opinión

De debatir (Javier CUERVO)

Aceptemos `debate´ como animal de compañía electoral y demos gracias porque iba camino de especie en extinción. Congratulémonos de este mínimo estrictamente regulado, en terreno neutral, con moderador pactado, asuntos convenidos, tiempo repartido y cronometrado, entrada sorteada, salida compensada, señal libre y parada para publicidad. El debate debería ser obligatorio porque es del interés de un número de ciudadanos suficiente para un share aceptable. En un mundo normal, los candidatos deberían acudir a las cadenas pidiendo, en lugar de exigiendo, y el periodismo debería disponer de muchas figuras capaces de organizarlo y moderarlo.

Le dicen `duelo´ para calentarlo. También duelo es «combate o pelea entre dos, a consecuencia de un reto o desafío» y debate es «controversia, discusión» y «contienda, lucha, combate». De las formas de intercambio verbal, el debate es de las más pobres intelectualmente: de todas las posibilidades para abordar un tema se ciñe a dos, defiende una y ataca la otra. Se presta a escenificaciones, ya que, sin que nadie caiga al suelo, busca un ganador. Está a años luz de una conversación que deja fluir la sinceridad de los que se piensa y así cada interlocutor se hiere a sí mismo. Las conclusiones de cada espectador serían más acertadas aunque se necesitara más tiempo para conseguirlas. Sería ideal un espacio de especulación de la buena -meditar, reflexionar con hondura, teorizar- y de la mala -perderse en sutilezas o hipótesis sin base real-, cualquiera de las dos mejor que el debate. Pero eso es lo más difícil de lograr en la vida política y en la privada, en campaña electoral y a la hora del vermú.

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