Opinión
Más grandeza. Más cabeza. Más... (José Manuel PIÑA)
Como trabajador muy discutible, discutido y discutidor, siento absoluta fascinación cuando me enfrento a un trabajo bien hecho. Un artículo de opinión ajena bien construido, bien documentado y brillantemente expuesto. Un reportaje de los que te golpean el plexo solar. La torre Eiffel. Una interpretación de Javier Bardem. Las pirámides egipcias. Un buen guisat de peix. Un libro de John le Carré. Las murallas ibicencas. Una copa de Rioja en buena compañía. Un libro de Eduardo Mendoza. Una canción, cualquiera, de Annie Lennox. La belleza en cualquiera de sus manifestaciones. Un cuadro de Erwin Bechtold. Un instante de felicidad...
La perfección existe. Somos nosotros quienes enturbiamos sus aguas purísimas con la envidia amarilla que nos producen aquellos que la consiguen, transmitiendo a sus obras los cinco sentidos, sus sentimientos y la dosis mínima precisa de frialdad cerebral en el empeño. La perfección existe, pero no la veo en la presente campaña electoral, con frases que se prestan al chiste fácil y a la lectura exactamente contraria del mensaje que tratan de comunicar los candidatos. Sin tener ni repajolera idea de semiótica ni de técnicas de venta de un producto por medio de la imagen, me divierte analizar los contenidos de las vallas publicitarias y la cartelería en general que invade estos días nuestras calles, en una especie de competición para ver quién se gasta más pasta en publicidad. `Cabeza y grandeza´, reza uno de los cartelones con los que se pretende vender al candidato presuntamente neocon a los electores. El enorme cabezón del aspirante a presidir el Gobierno que ilustra ese lema provoca en el ocasional espectador la idea de que más que un hombre con aptitudes para gobernar se está promocionando un nuevo modelo para el próximo desfile de gigantes y cabezudos. Mencionar en su campaña la palabra `grandeza´ retrotrae al elector al fatídico eslogan viejocon de épocas pasadas, que aseguraba que España era una y libre, además de grande.
`Somos más´, asegura desde su cartelón un lampiño, casi efébico, José Luis Rodríguez Zapatero, que opta a la reelección. `¿Somos más qué?´, se pregunta el conductor o viandante que se encuentra esa frase en el camino junto a un San Luis Gonzaga de pega. ¿Acaso nos está culpabiliando a nosotros de ser ahora más pobres y más energúmenos a la hora de manifestar nuestras ideas, si es que alguien tiene ideas propias, o de no saber cómo frenar la avalancha migratoria sin herir susceptibilidades en materia de derechos humanos?. `¡Y tú más, Pepeluí!´, dan ganas de espetarle al candidato socialista. Por si acaso. Pero a pesar del desacierto de ambas campañas, los aspirantes pitiusos a los escaños ahora en liza fusilan los carteles y los mensajes de sus líderes y se les cambia sólo el careto. `Cabeza y grandeza´ les da a Toni Carraca y a Enrique Fajarnés el aspecto de modelos de anuncio de un champú anticaspa y cuando veo a José Manuel Bar y Pere Casetes bajo el `Somos más´, me pregunto qué son realmente más, si más ingenuos, más ambiciosos, más pretenciosos, más cuentistas o si somos nosotros los ingenuos y manipulables. ¿No somos todos un poco más cretinos?
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