Argucias (Miguel Ángel GONZÁLEZ)

Las argucias son sofismas o, si lo prefieren, argumentos falsos presentados con agudeza. Se utilizaron en las autovías y se emplean ahora para vendernos las plataformas del antepuerto. Cuando se quiere sacar adelante un proyecto polémico como éste no se buscan consensos ni tampoco alternativas. Se presenta en la tesitura del `sí o sí´. Se hace valer la Autoridad -Portuaria, en este caso- y se vende el proyecto como «necesario, inaplazable y urgente». Que yo sepa, inaplazable y urgente significan lo mismo, pero nos bombardean con sinónimos inapelables para convencernos de que en este asunto ya no hay marcha atrás. Otro apodíctico recurso es apelar a la seguridad, palabra mágica para que nadie diga nada. Y tampoco falla la estrategia de fragmentar el proyecto: primero se nos propuso el dique como solución definitiva y luego se nos dice que el susodicho muro no sirve sin las plataformas. Puede que una penúltima argucia nos ofrezca -como si nos perdonaran la vida- una mínima modificación del proyecto para matar tres pájaros de un tiro: se intentará contentar a la Administración local, que así salvará su celo por minimizar el desaguisado, se subrayará el voluntarioso paternalismo de la Autoridad Portuaria y se tratará de calmar los ánimos de quienes todavía se oponen a la obra.

Y la conclusión a la que uno llega es que se harán las plataformas. Y el nuevo vial. Y los tinglados portuarios que, por supuesto, también serán inevitables y necesarios. En cualquier caso, lo que no se puede aceptar es que nos tomen el pelo. Y nos los toman cuando nos dicen que «el impacto visual de las plataformas de hormigón de 80.000 metros cuadrados será realmente inapreciable» ¿A quién creen que engañan? El señor Triay acaba su defensa del macroproyecto recordándonos que en sólo ocho años se ha duplicado el tránsito de pasajeros y mercancías, circunstancia que hace esta obra absolutamente imprescindible. Llegados aquí, me pregunto qué nos espera si en los próximos 8 años el tráfico vuelve a duplicarse.