Opinión

Sencillamente gracias (Llanos LOZANO)

Siempre estoy dando las gracias por algo. Ahora es por la concesión del Premi Raimond Llull. Esta vez mi agradecimiento va unido a mi perplejidad. Así se lo hice saber al señor de la oficina de protocolo, cuando me llamó desde la sede del Govern, en Palma. ``¿Y ahora que he hecho yo?´´. Me dan un sabroso galardón por mi `trayectoria profesional´, y por no se qué cosas más. Cuando el estupor me dejó analizar la situación, lo primero que hice fue llamar a todo bicho viviente (léase familia, amigos y allegados más o menos) porque una de mis alegrías se debe justamente a la que sienten cuantos me quieren en esta amada isla. Su orgullo y su satisfacción son las mías, por haber contribuido a traerles un poco de felicidad, yo que durante años y por entrañables razones familiares, les proporcioné duelos y pesadumbres. Es bien cierto que la alegría va por barrios, y yo he tenido etapas diversas, `lutos y sombras´, un proceso que es la vida y del que nadie se escapa. Por cierto que mi primera recopilación de los artículos del `Diario de Ibiza´, no se llama, como figura en mis datos biográficos que han salido en los `medios´, sino `Lutos y danzas´, y está sacado de una frase bíblica. De cualquier modo, da lo mismo. El cariño con que está escrito el pie de foto que salió ayer (ibídem), compensa con creces el diminuto lapsus. Seguro que ha salido de la pluma de algún ex-alumno agradecido, que además es muy amigo mio. Yo quiero a la gente, y en general, con escasas excepciones, me siento muy querida, y ello calienta mis días, en este ocaso `brillante´ que estoy viviendo. Ya hace tiempo que siento mi `corazón partío´, entre La Mancha, origen de mi gente desde centenares de años, y esta golosa, históricamente tan rica, Eivissa de mi corazón.

Ya cuando vine a tomar posesión de mi cátedra, se me recibió con un gentil y elegante piropo. Don Manuel Sorá, a quien no olvidaré jamás, en la puerta del Centro, me miró de arriba abajo, y sonriendo mas con los ojos que con la boca me dijo: ``¿No habrán enviado a tomar posesión de la Cátedra a la `hija´ en vez de a la madre?´´ Porque mi llegada venía precedida, y esto es inevitable, de un rumor confuso y nada favorecedor (casada, siete hijos, catedrática por oposición, es decir `pata negra´ como se llamó después, madrileña, y mujer de ingeniero aeronáutico). Cuando entré en el aula seguida por aquel caballero que se llamó Arellano, los alumnos me recibieron mismamente de uñas. Era el curso de Isidor Marí, Fernando Herraez, Neus `Cabrit´, las dos hijas de Ferrer Guasch, Monse y Neus, y un largo etc., la mayoría de los cuales fueron desde entonces mis primeros jóvenes amigos. Los ánimos se calmaron inmediatamente, cuando afirmé muy seriecita que ``iba a conservar las notas que D. Cristóbal les hubiera puesto´´, ya que el curso estaba demasiado avanzado para modificar nada. El suspiro de alivio fue unánime. Me comprometí en dar un mes lo más importante del programa de 6º, porque el examen, aún , era en Palma. Hubo suerte: salió Platón, que es una perita en dulce.

Gracias, mil veces gracias. En esta tierra acabaré mis días, si la Providencia no dispone otra cosa. Y roguemos que no.

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