Opinión

Senado sí, Senado no, Senado ¿qué? (José Manuel PIÑA)

La izquierda pitiusa se plantea las elecciones del 9-M como un examen de reválida, que consolide el éxito logrado por los pelos en 2007 en las municipales y autonómicas, y apuesta por un desconocido en el mundo de la política, Pere Torres, para el Senado. La derecha, que sigue sin comprender todavía aquel resultado, pone al frente a uno de sus más sólidos arietes, Antoni Marí, para mantener su escaño. A partir de ahora, podemos empezar a ilusionarnos por uno de los dos candidatos, electrizarnos en sus mítines, lanzar mensajes de apoyo en los medios e inundar las calles con sus fotos y mensajes, pero... si le quitamos la hojarasca al cogollo, deberíamos preguntarnos si realmente vale la pena todo ese debate, todo este montaje, todas estas ilusiones y trabajo puestas en un empeño que mandará al exilio senatorial a un hombre probablemente válido para menesteres de más enjundia.

Treinta años después de su primera constitución, sigo creyendo que el Senado, tal como está establecido desde entonces, sigue siendo un lugar completamente inútil, que sirve sólo para marear un poco más la perdiz de las leyes que se rebotan allí desde el Congreso, retrasando innecesariamente su aplicación y aumentando hasta extremos absurdos la burocracia y el papeleo. En la guerra psicológica que se mantiene en las Pitiüses para ver quién cuenta con más apoyos, quién sube y quién baja, hemos mandado desde aquí a primeros espadas de la política local que han estado en el Senado sin nada más útil que hacer que matar moscas con el rabo. Por lo que llevo visto y leído, otros lugares envían a esa Cámara de operatividad cero a sus desechos de tienta, aquellos que han dedicado toda su vida a la política y se les despide con un escaño honorífico y un sueldo bastante honorable o bien a los alevines que molestan en las listas de verdad. Más que una cámara de lores, el Senado es como un cementerio de elefantes para políticos ya caducados o como una celda de castigo para neutralizar a aquellos que quisieron sacar los pies del plato en un momento no indicado. Yendo todavía un poco más allá en ese cuestionario canalla, sería útil plantearse cuánto cuesta a los contribuyentes tanto desplazamiento semanal a Madrid, con sus estancias hoteleras incluidas, sus dietas, sus viajes a otros lugares y comparar ese dispendio con los servicios que presta esa institución de juguete, como un Congreso B.

Creo que vengo oyendo hablar de la reforma del Senado desde que entró en funcionamiento y llevamos ya cinco presidentes de Gobierno sin que ninguno se haya atrevido a plantear en serio la cuestión. Y nosotros votando y apasionándonos en vano, como si se tratase de un partido futbolístico de la máxima rivalidad. Creo, sin minusvalorar los méritos de ningún candidato, que nunca me había importado menos quién ganará el escaño al Senado en estas elecciones, a quién se inmolará en un sacrificio que no beneficia realmente ni a las Pitiüses ni a quien concurra al puesto con ganas de trabajar. No hay muchos `motivos para creer´ que alguien tiene las `ideas claras´ sobre la reconversión de esa institución o, directamente ¿por qué no? de su definitiva clausura por ningún ruido y absoluta ausencia de nueces.

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