Opinión

Caminos (Miguel Ángel GONZÁLEZ)

Uno de los principales atractivos de nuestro litoral no está en los arenales, sino en las costas acantiladas del norte que podemos situar entre Punta Galera y la Punta d´en Valls, especialmente en los farallones de Corona, Albarca y Balansat. Sé que las comparaciones son odiosas, pero estableciendo un paralelo paisajístico con la vecina Mallorca, son parajes que podemos relacionar sin menoscabo con la costa no mallorquina que va desde la Dragonera hasta Pollença. Con la diferencia de que el litoral mallorquín nos saca ventaja al disponer de vías transitables en todo su perímetro costero, de manera que pueden visitarse con comodidad lugares como Bañalbufar, sa Foradada, Sóller, sa Calobra o Formentor. En Ibiza, contrariamente, la excursión puede convertirse en una trampa para quien no conozca el terreno, siendo aconsejable acercarse en coche a las estribaciones litorales y hacer el resto del camino a pie. Andando llegaremos, por ejemplo, a Punta Moscarter, es Canaret, sa Torre des Molar, sa Punta de sa Creu, es Penyal de s´Àguila, Portitxol, Rubió, Torres d´en Lluc, els Alls, ses Torretes, sa Penya Vermella, ses Balandres, sa Penya Esbarrada o els Corrals d´en Guillem.

Saco a cuento tan atractivos recorridos -y perdonen que personalice- porque poco me faltó el otro día para quedar atrapado cuando quise hacer en coche el camino que baja casi hasta el mar en Rubió. A la Torre des Molar tampoco pude llegar y tuve dificultades para alcanzar la terraza-mirador de sa Punta de sa Creu. Sé que algunos se alegran de que lugares tan singulares resulten intransitables, pues así los preservamos y evitamos peregrinaciones masivas, pero me parece un egoísmo irracional,y lo prueban las costas mallorquinas que, a pesar de los turistas, siguen conservando su salvaje belleza. En nuestro caso, es incomprensible que incluso la carretera que lleva a na Xemena -en donde tenemos un hotel de cinco estrellas- esté en la penosa situación que cualquiera puede ver. El litoral es patrimonio de todos y, en este sentido, no se entiende que los caminos que ya existen -no hace falta asfaltarlos- no estén en las condiciones que sus paisajes merecen y que todos, foráneos y oriundos, tenemos derecho a disfrutar.

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