Opinión

El silencio de las palabras (Miguel Ángel RIERA PLANELLS)

A menudo, cuando me pongo ante la pantalla del ordenador pensando en el artículo para un nuevo domingo, estoy fijamente mirando la página en blanco y cuanto más pienso más se confunden las ideas.

Las palabras se las lleva el viento, pero las palabras que se escriben quedan recogidas, y a menudo son mal interpretadas.

¡Es tan difícil que uno cuando piensa algo pueda encontrar las palabras adecuadas para transmitir aquello que siente! A veces uno empieza a buscar entre los sinónimos de las palabras para encontrar la más adecuada, y la encuentras pero con matices. Otras veces cuando uno ha escrito algo con esmero para poder transmitir aquello que deseaba se da cuenta de que el interlocutor no ha entendido el mensaje que quería comunicar.

Por eso hace tiempo que decidí no escribir sobre ningún tema que en un espacio tan breve como el que uno rellena semana tras semana en este periódico no pudiera quedar lo suficientemente claro, y reconozco que no consigo llevarlo a cabo todas las semanas.

Hay temas muy preocupantes para la vida de una persona. Temas que tienen tantos matices que uno puede leer diferentes interpretaciones y parecer que todas son buenas. En ese momento me viene a la cabeza la pregunta de Pilatos a Jesús: «¿Y qué es la verdad?" (Jn 18, 38). Sabemos que Jesús dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6), esa es la verdad. ¿Pero cómo decir esto con palabras que se puedan entender? Silencio.

Es una de las cosas que más maravilla de Jesús. Muchas veces su respuesta era el silencio, y con su silencio decía mucho más de lo que esperaban escuchar de aquellos que le acusaban.

Silencio. Hay temas que me producen silencio: aborto, eutanasia, injusticia, guerras, malos tratos. Pero el silencio no es nunca aprobación. Simplemente incomprensión, sufrimiento, dolor... No tener nunca la palabra adecuada. Por eso pienso que lo mejor es no intentar definir con pocas palabras un misterio que no puedes explicar sino con mucho amor, con mucho cariño y con una mirada limpia como la que Jesús irradiaba en sus silencios: «Entonces Jesús se volvió y miró a Pedro» (Lc 22, 39). No es una mirada de condena, ni de rabia. Es una mirada de comprensión y de apoyo ante la negación. Ante esta mirada Pedro lloró.

Espero que mis palabras no sean mal interpretadas y que haya podido expresar lo que siento.

Tracking Pixel Contents