Opinión
Mar adentro (Rita VALLÈS i SERRA)
Extraordinaria belleza submarina. La profusión de colores psicodélicos y la abundancia y variedad de su vida bajo el mar han fascinado a submarinistas y buceadores con tubo de respiración. El mayor nivel de visibilidad que uno puede esperar y unas temperaturas cálidas hacen que el submarinismo en sus aguas sea un deleite que deseará experimentar una y otra vez. Unas cuantas brazadas desde la playa y los buceadores con tubo podrán experimentar desde la superficie los mismos placeres que los submarinistas experimentados.
Lo sé, lo sé. Es que lees estas líneas y sólo te viene a la cabeza un lugar. Ese paraíso para los buceadores sólo puede hallarse en un lugar: ¡la bahía de Portmany! Pues va a ser que no. Cómo será de injusto el mundo y los folletos turísticos. Las líneas que encabezan esta columna se refieren a las islas Maldivas. Qué poco viajados están algunos. Porque yo me pregunto: ¿en qué otro lugar del mundo si no es en Sant Antoni puede hallarse tal variedad de vida submarina? No hay más que preguntarles a los buzos que el fin de semana pasado se lanzaron al mar con el objetivo de experimentar ese deleite que reza el folleto. Qué maravillosas sensaciones debieron invadirles cuando empezaron a extraer del fondo carritos de supermercado (que dan un nuevo y más moderno significado al concepto ultramarinos), baterías de coche, sillas, botellas, latas, bicicletas, ordenadores y hasta un quad, con sus ruedas y todo. A los buzos debían saltárseles las lágrimas ante tanta belleza recuperada.
Y aún hay quien cree que eso es basura y que los ibicencos somos unos guarros. Pero si gracias a nuestros desvelos y a que lanzamos todo lo que nos sobra al mar vamos a contribuir a la desestacionalización. A ver, ¿qué otro destino turístico puede competir con nosotros? ¿En qué otro paraíso puede cualquiera lanzarse al mar en pleno febrero con la incertidumbre de saber qué nueva maravilla encontrará en el fondo? Que si un black&decker, que si un lavabo, que si un zapato, que si un ordenador eMac de color irisado... Eso es placer y no lo que venden en Maldivas. Ya son ganas recorrerte medio mundo para ver unos cuantos corales y unos pececillos. Qué vulgares.
En Eivissa, sabemos darle al turista lo que quiere: emoción, intriga, riesgo. Decenas de toneladas de residuos se amontonan en nuestros fondos marinos a la espera de ser descubiertas por buceadores amantes de la aventura (y poco escrupulosos, eso sí).
Ahora sólo hace falta saber vender nuestras maravillas como hacen en esas isluchas perdidas del Índico y a esperar de brazos cruzados a que lleguen hordas de submarinistas. Incluso al bajar del avión, una pareja de isleños podrían regalar a cada turista que llegue unas gafas de buceo y un tubo. Y un seguro a todo riesgo. Ríete de las Maldivas.
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