Una ofensa grave y gratuita a los padres, a la familia o a las personas por las que se siente un especial afecto provoca intenso dolor en el corazón de cualquier bien nacido. Si ese insulto es cotidiano, constante, en la propia casa y encima se dirige a uno de los allegados que ya han muerto, la pena fácilmente da paso a la indignación.

Esto y no otra cosa es, queridos amigos, lo que nos ha sucedido a los cristianos de estas islas durante las pasadas semanas. Hemos tenido que soportar sin motivo ni culpa, en uno de nuestros templos, injurias y escarnios a Nuestro Señor y al Papa Juan Pablo II, de santa memoria, que nadie, bajo pretexto alguno, en ningún momento o lugar, debería interpretar a su antojo, tolerar, excusar, ni mucho menos justificar. Al pan, pan, y al vino, vino.

¿Qué hubiera sentido usted, señora alcaldesa de Vila, si al visitar la tristemente famosa exposición, al contemplar una de sus obras de arte, hubiera encontrado en ella la figura de su difunto padre (que en paz descanse) con el trasero en pompa recibiendo...? No hace falta que me conteste. Cualquiera que me lea pone la mano en el pecho y obtiene fácilmente la respuesta.

Ha pretendido el Ayuntamiento, el patronato del MACE o quienquiera que tenga la responsabilidad última en el montaje de la citada exposición que, sin cobrar nunca ni un céntimo, nosotros fuéramos la fulana y encima pusiéramos la cama. A esto se le llama violación. Y cuando el señor obispo se ha negado y resistido a tal abuso y violencia, haciendo suyo el sentir de la mayoría de los ibicencos y formenterenses, claman por la libertad de expresión. Digan y obren ustedes lo que quieran, luchen para que todos podamos decir y obrar lo que queramos, faltaría más, pero siempre de acuerdo con los más fundamentales derechos del hombre y la Constitución que han prometido solemnemente defender. Y cada uno en su casa y Dios en la de todos (?). Como contribuyente que soy, incluso me atrevo a sugerirles que aprovechen el dinero de la república, nuestro dinero, para cosas más útiles, buenas, bellas y verdaderas, que fomenten el bienestar, la concordia y la pacífica convivencia entre todos los ciudadanos, sean cuales sean sus ideas o credos. ¡La de cosas que hay que arreglar y mejorar en la ciudad! Ruina, basura y suciedad, ya las hay de sobra y gratis.

Conviene destacar que en este asunto no ha habido «chantaje» al Ayuntamiento por parte de la Iglesia. Sencillamente, ésta ha exigido lo que en justicia le corresponde: el cumplimiento exacto de un convenio firmado en su día por ambas partes con la mejor de las voluntades; y educación y respeto en la propia casa. Si tanto cree el Consistorio en su particular visión del arte y del derecho a la libertad de expresión, ¿por qué no ha tenido el valor de defenderlo ante un tribunal y de esperar a la sentencia del juez? Saben los ediles que nos gobiernan que no tienen razón. Si no, a buenas horas cierran la exposición y devuelven las llaves.

Ah, y no se preocupe ni el señor Pizarro ni el pueblo de las Pitiusas, que no se pierde un espacio para la cultura, antes bien, se gana para la misma. Como les hemos demostrado durante ocho años de cesión desinteresada del inmueble, siempre hemos estado y estaremos dispuestos a colaborar en la promoción de un humanismo bien entendido. Ahí nos encontrarán. Recuerden, a modo de ejemplo, cuando el Ayuntamiento de Eivissa echó del Polvorín a un grupo de teatro que allí ensayaba y ofrecía, con general aceptación y aplauso, sus representaciones. Se quedó literalmente en la calle y desamparado. ¿Adivinan quién, por ayudarles, fomentar la cultura y contribuir al bien común, los acogió y dónde? Exacto: la santa madre Iglesia en su antiguo templo de l´Hospitalet.