La segunda y última temporada de 'Paraíso', la serie fantástica de Movistar Plus+, incorpora a una nueva hornada de malvados. Al frente está Evelyn, una no muerta que sabe bien cómo llevarse a los humanos a su terreno. La interpreta Begoña Vargas (San Fernando de Henares, Madrid, 1999), una joven actriz a la que solemos ver en papeles de mujeres duras, como ha demostrado en 'Las leyes de la frontera' y 'Bienvenidos a Edén'. "Tengo algo de raza", reconoce. 

Se considera mística, así que el personaje de Evelyn, una inmortal con poderes, le habrá gustado. 

Totalmente, tiene una parte de brujería y ocultismo muy guay. Pero es un tipo de energía más oscura, más estilo Voldemort. Yo soy más mística, en plan de coger piedras que siento que me dan energía.

¿Se ha divertido siendo la mala de la función? 

Mucho, porque es un personaje con el que puedes jugar un montón. Tiene 300 años y lo ha vivido todo. Te puedes volver muy loca con este papel probando cosas, pero también te puedes pasar tres pueblos. Así que había que encontrar un equilibrio.

Evelyn es inmortal. ¿A usted no le daría pereza no morir nunca?

Yo creo que precisamente ella se vuelve así de mala porque el ser humano no está preparado para vivir tantos años. Tiene que ser aburrido, porque llega un momento en el que seguro que te sientes sola porque todos se van yendo y tú te quedas. Evelyn se ha enamorado un montón de veces, ha sufrido, ha llorado, así que ¿qué le queda? Pues generar el mal. Y, como cree que la raza de los no muertos es superior a los humanos, quiere que reine en el mundo.

Le suelen dar personajes de mujeres duras. ¿Cree que es por sus rasgos tan marcados?

Quizá por los rasgos y por mi manera de ser, que soy muy echada para adelante. Tengo algo de raza, aunque no sé de dónde me viene esa fuerza, pero me encanta. Me tocan personajes de supervivientes, con vidas duras, mujeres fuertes, y me gusta darles voz, aunque también me interesaría otro tipo de energía, de una niña más tímida, introvertida, porque sería muy lejano a mí. Evelyn sí que tiene esa fuerza, pero es supermentirosa. A mí me encantaría ir a una persona y decirle todo lo que quiere escuchar, llevarme a la gente a mi terreno como hace ella. Pero mis amigos y mi familia me dicen que no puedo mentir porque se me nota en la cara.

Esa fuerza la llevó a independizarse muy joven.

Con 17 años me vine a vivir al centro de Madrid, donde estaban todas las escuelas y todos los castings, y empecé a trabajar en una tienda de ropa. Vivía sola e iba a por todas. Trabajaba por las mañanas y por las tardes me formaba como actriz, y los fines de semana hacía obras de teatro. Mis compañeros en la tienda me ayudaban un montón cambiándome el turno cuando tenía castings. Supongo que veían que me dejaba la piel. Ahora lo pienso y me pregunto cómo lo hice.

"De niña veía 'Los Serrano' y le preguntaba a mi madre dónde podía apuntarme para salir ahí"

¿Tal vez porque tenía muy claro que quería ser actriz?

Ya de pequeña era muy extrovertida e iba a clases de baile. Mi madre dice que con 4 o 5 años, viendo series que me encantaban como 'Los Serrano' o 'Ana y los siete', le preguntaba dónde podía apuntarme para salir ahí. Y a esa edad no sabía siquiera que era un trabajo y lo que implicaba.

Ahora no para de trabajar. Acaba de estrenar 'Paraíso' y la película de Netflix 'Centauro', y está rodando la segunda temporada de 'Bienvenidos a Edén'. ¿Pero nunca se pierde el miedo a que el teléfono deje de sonar?

Es algo que tenemos que aprender a meter en la mochilita de cosas que hay que gestionar en este trabajo porque va a estar siempre ahí, aunque acabes siendo un gran actor. De hecho, cuanto más mayor y más experiencia tienes, si te equivocas, la equivocación te da más herramientas. Cuando empiezas creo que tienes más margen, porque aunque te hayas formado, es un oficio en el que se aprende trabajando. Yo, en mi primer proyecto, veo cosas que hubiese hecho distintas.

¿Le ayuda mucho la terapia a sobrellevar las inseguridades de su profesión?

Claro, la terapia ayuda mucho a entenderte a ti mismo, a saber qué es lo que te funciona a ti, te da herramientas que te ayudan a gestionar una situación, te enseña a decir no... Porque vivimos en una sociedad en la que hay unos cánones muy estereotipados que te marcan cómo tienes que ser o que debes trabajar mucho, y hay personas que no funcionan así. Por eso creo que todo el mundo debería ir a terapia al menos una vez en la vida.