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Natasha Lyonne, el espíritu libre detrás de 'Muñeca rusa'

La veterana del' showbusiness' no solo protagoniza, sino que también cocrea, produce y dirige la serie de culto de Netflix, cuya segunda temporada llega el miércoles

Natasha Lyonne, el espíritu libre detrás de 'Muñeca rusa'.

La pandemia ha dificultado el curso natural de, entre muchas otras cosas, las series, incluso las de mayor éxito. De ahí que la segunda temporada de 'Muñeca rusa' (Netflix, miércoles, día 20) se estrene ¡más de tres años después! de la primera, sin ser por otro lado una producción de enorme presupuesto. La gracia de esta comedia existencial radicaba menos en sus explosiones o variedad de localizaciones que en su forma ágil de presentar ideas sobre muerte y regeneración, determinismo y redención

De hecho, localizaciones, localizaciones, sobre todo había una: la fiesta de 36º cumpleaños de su protagonista, la ingeniera de videojuegos Nadia Vulvokov, a la que la pobre volvía una y otra vez en bucle después de morir de las más diversas maneras. Después de su resurgir con 'Orange is the new black', Natasha Lyonne seducía con el torturado personaje y sorprendía ejerciendo, además, como cocreadora (con Amy Poehler y Leslye Headland), guionista, productora e incluso brillante directora, capaz de traducir la abstracción filosófica en imágenes poderosas.

Lyonne ha vuelto a ponerse multitarea en la segunda, en la que sigue siendo prota, escribe cuatro episodios y dirige tres, además de haber sustituido a Headland como 'showrunner'. Según ha explicado en un reciente perfil en 'The New Yorker', la dirección es su lugar soñado: "Dirigir es esta otra cosa nueva que llegó a mi vida, y nunca me he sentido tan a gusto en algo. Convierte todos mis defectos en virtudes. Lo que significa, ya sabes, ser hiperdecisiva y obsesiva e infatigable". 

Unos padres intensos 

Aunque ahora triunfe con una serie propia que se ha hecho a su medida, Lyonne no siempre tuvo una vida tan afortunada. Crecida entre Nueva York e Israel, sobrevivió a las intensas personalidades de un padre promotor de boxeo y una madre con aspiraciones de bailarina. Aunque le acabaron dando una carrera, suele echar en cara a sus padres que la metieran a trabajar en el espectáculo siendo tan pequeña: en 1986, con solo seis años, tenía un papel como sobrina de Meryl Streep en 'Se acabó el pastel' y se unía a la panda infantil de 'Pee-wee's Playhouse'. 

A finales de los ochenta, cuando ya vivía sola con su madre, fue inscrita en una escuela judía privada de la que acabó siendo expulsada por vender marihuana. Natasha aprendió de sus padres, quizá sin saberlo o quererlo, a ser un espíritu libre, y se independizó de su familia con 16 años; su sueldo por hacer de hija adolescente de Woody Allen en 'Todos dicen I love you' le sirvió para comprarse un apartamento. 

Durante los años más densos de su carrera, alternó tranquilamente entre el mainstream ('Scary movie 2', 'Blade: Trinity' o la saga 'American pie') y el cine indie con altos niveles de idiosincrasia ('Colgados en Beverly Hills' o 'But I'm a cheerleader').

Caída y resurrección 

Pero a causa de sus adicciones acabó siendo proscrita por Hollywood: en 2001 fue arrestada por conducir alcoholizada; en 2005, su amigo y casero Michael Rapaport la desalojaba del edificio donde vivía por las quejas de unos nuevos inquilinos sobre sus comportamientos, y ese mismo año acabó en cuidados intensivos por serias complicaciones de salud.

A finales de 2006 ingresó en un centro de rehabilitación y desde entonces no ha tomado drogas, pero le llevó un tiempo encontrar trabajo de renombre en las pantallas. Su golpe de suerte llegó con la ‘filósofa yonqui’ Nicky Nichols de 'Orange is the new black', estrenada por Netflix en julio de 2013. Ahora es no solo gran actriz, sino creadora total de culto.

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