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"Monstruo" no blanquea a Ed Gein
La tercera temporada de Monstruo se ha centrado en los crímenes de Ed Gein en la Norteamérica de Wisconsin allá por los años 40 y 50

Imagen promocional de la tercera temporada de Monstruo, centrada en el asesino en serie Ed Gein. / Información
José Antonio Martínez Perallón
¿Hay algún asesino en serie que haya inspirado tantos monstruos diferentes? La carrera criminal de Ed Gein ha sido una de las que más argumentos e ideas ha aportado a la historia del cine. En especial al de terror. Sus horrendos crímenes fueron la semilla de películas que son ya clásicos como Psicosis, La matanza de Texas o El silencio de los corderos. Casi se podría decir que su figura ayudó al nacimiento del subgénero slasher que tanto proliferó en los años 80. En ellas, era un tópico ver a un asesino solitario enmascarado y mentalmente perturbado, perseguir a sus víctimas por los bosques, armado con un hacha, un machete o cualquier objeto capaz de reventarlas. Léase Jason Voorhees en Viernes 13, Michael Myers en Halloween, o también Norman Bates, Leatherface o Buffalo Bill en las películas anteriormente citadas.
La tercera temporada de Monstruo se ha centrado en los crímenes de Ed Gein en la Norteamérica de Wisconsin allá por los años 40 y 50. Con esta nueva entrega, se ha generado una controversia sobre el hecho de si la serie blanquea o no la figura de este asesino en serie. Quizá frente a Dahmer y a la historia de los hermanos Menéndez, que se contaron en las dos primeras temporadas, esta sea la que mayores libertades creativas se toma y se aparta de la historia real. En la franquicia creada por Ryan Murphy para Netflix dedicada a analizar perfiles de asesinos famosos, la historia de Ed Gein nos asoma a la mente del perturbado, sin que sepamos distinguir si lo que está pasando ha sucedido o es un delirio de su mente.
En muchas ocasiones se trata de hechos que ni siquiera el propio Gein recordaba porque los cometió alguna de sus personalidades múltiples o su mente le generaba un recuerdo distinto para olvidar la barbaridad que acababa de hacer. ¿O es que tenía tal capacidad para la mentira que podía engañar al polígrafo sin que le temblara el pulso? La serie tampoco busca ser una biografía oficial. A lo largo de sus ocho episodios, además de conocer de primera mano la carrera criminal del asesino, la trama esconde una metáfora sobre el tratamiento de la violencia en el cine durante su historia. Un argumento que transcurre entre los años 50 y comienzos de los 80, mientras en paralelo vemos el tratamiento de su figura en las distintas adaptaciones cinematográficas que ha inspirado.
Según lo que nos cuenta la serie, de todos los monstruos cinematográficos que Gein inspiró, el más reconocible y con el que más se identifica a su personaje es el de Norman Bates. Sobre si la serie blanquea o no su figura, es obvio que Gein no es un genio del mal, ni una persona magnética. El actor Charlie Hunnam al interpretarlo nos lo ofrece un distorsionado reflejo de Forrest Gump. El chico rarito del pueblo, que da un poco de mal rollo. A quien no le conoce muy bien, le puede generar ternura, pero esconde secretos perturbadores dentro de su mente. Como una insana admiración por los crímenes de los nazis en los campos de concentración. Gein vive apartado del mundo y criado en un ambiente represivo en un apartado pueblecito de la América profunda. Al igual que Bates, acaba viviendo con el cadáver momificado de su madre sentado en una mecedora y teniendo conversaciones imaginarias con ella. Hasta el punto de que, en su delirio, es la madre quien le ordena empuñar el cuchillo para que acabe con aquellas que vienen a poner en peligro su pureza. En ese museo de los horrores que fue su casa, tampoco se sabe muy bien cuántos de esos cadáveres era de gente a la que había matado el propio Gein o simplemente había sido desenterrada del cementerio para profanar sus cuerpos. Otro dato a destacar es que Bates practicaba la taxidermia. Su afición para las cosas muertas era un poco menos bestia. Por cierto, que la serie también cuenta cómo interpretar a Norman Bates marcó para siempre la carrera de Anthony Perkins.
Es en los primeros episodios cuando más percibimos la figura de Ed Gein como un monstruo totalmente alejado de la redención y capaz de unos crímenes con los que no se puede empatizar. La trama transcurre en paralelo a cómo le reflejaba el cine y ya desde el principio comienzan las alusiones a Psicosis, la película con la que Alfred Hitchcock redefinió el cine de terror. El cineasta, de ser el mago de suspense, pasó a hacer sentir miedo al espectador, dejándole noqueado con la mítica escena de la ducha. En ella, el cineasta británico osaba matar en pantalla a la que pensábamos que era la protagonista de la película a los 30 minutos de metraje. Una escena de 23 segundos de duración en la que se utilizaron hasta 33 cortes con un ritmo frenético y en el que se mostraba cómo Marion Crane (Janet Leigh) era apuñalada brutalmente hasta morir, mientras la música de Bernard Herrmann nos taladraba los oídos. En ninguno de los planos llegamos a ver el cuchillo atravesar la carne de la indefensa víctima y, gracias a la fotografía en blanco y negro, un jarabe de chocolate simulaba la sangre.
En los años 90, el cineasta Gus van Sant realizó una copia plano a plano de la obra de Hitchcock en una nueva versión de Psicosis en color y adaptada a la estética de la época. Un ejercicio de estilo que fue incomprendido en su día y mucho más defenestrado que las secuelas que se hicieron del clásico original. En la serie Bates Motel, la precuela televisiva que nos contaba la adolescencia de Bates, nos hacían una original variante de la escena de la ducha en su quinta y última temporada. En ella, una Marion Crane interpretada por Rhianna sobrevivía al apuñalamiento. La serie cambió las reglas del juego, porque todos esperábamos que ese momento marcaría su final natural y con el giro se independizó de la saga cinematográfica.
La tercera temporada de Monstruo, también nos ofrece su espectacular escena de la ducha. Un momento mucho más explícito que lo que vimos en la película de Hitchcock, con planos en los que el cuchillo sí que lograba traspasar la carne. No hay espacio para sugerir nada. Quizá lo que vemos en pantalla es cómo el espectador percibió la escena en su día, no lo que realmente veía en la pantalla. Una manera de mostrar la gran conmoción que causó en los años 60 a un público que no estaba acostumbrado a ese grado de crudeza. El propio Hitchcock, convertido en un personaje más de la serie interpretado por Tom Hollander, se pregunta en una escena si no abrió con Psicosis una puerta sin retorno en la representación de la violencia en el cine. Las películas tendían a mostrar el horror de manera cada vez más explícita y cuanta más sangre, mejor.
Un salto que vemos claramente reflejado con el estreno de La matanza de Texas (1974) de Tobe Hooper, momento que también se refleja en la serie. Si a Bates le gustaba vestirse como su madre, Leatherface se hacía una máscara con la piel de sus víctimas. Una costumbre que Ed Gein aprendió por obra de otra de sus aficiones favoritas, convertir en objetos cotidianos estos restos humanos. A estas alturas de la serie, las andadas de Gein se van volviendo insoportables. Uno no sabe con qué atrocidad le van a salir los guionistas, mientras se suceden escenas que parecen sacadas de una película slasher.
En este punto aprovecho para deslizar otra duda. ¿Es el personaje de Adeline Watkins (Suzanna Son) real? O solo es otro de los delirios del protagonista. Cada vez estaba más convencido de que esa supuesta novia solo existía en la imaginación del monstruo, pero vemos que el personaje sigue apareciendo en escenas en las que él no está presente y protagoniza sus propias tramas. Cuando creíamos que ya nos lo habían desmentido, en el tramo final de la serie, la vemos inmaculadamente joven, sin envejecer. ¿En qué quedamos? Me quedo con que algunas de sus apariciones transcurren en la mente de Gein y otras no. Como el protagonista, tampoco nosotros somos capaces de distinguir realidad de delirio.
Aunque alguno podrá considerarlo un spoiler, por lo que avisado queda, la forma de tratar a Gein en la serie cambia después de que es finalmente apresado. A raíz de que es internado en un psiquiátrico y recibe un diagnóstico de esquizofrenia, empezamos a percibirle como un ser humano. La serie no trata de que sintamos pena por él, ni justificar, ni glorificar lo que hizo. Y aquí llegamos al tercer gran referente cinematográfico basado en el personaje: Buffalo Bill, el asesino al que persiguen Clarice Starling (Jodie Foster) y Hannibal Lecter (Anthony Hopkins) en El Silencio de los corderos. Como Gein, usa las pieles de sus víctimas para tratar de transformarse en ellas. Con la película de Jonathan Demme, hubo un nuevo cambio a la hora de presentar al psicokiller. El horror volvió a hacerse más mental. Aunque no se puede decir que la violencia haya desaparecido en el cine, sí que hay una tendencia a explicar sus causas.
En Monstruo, aunque no llegamos a compartir y a justificar las atrocidades de Gein sí que entendemos al personaje. Una persona a la que precisamente su enfermedad le alejó de la humanidad. No se mueve en términos de bondad o maldad. Su mente trabajaba de una manera diferente a las del común de los mortales y eso es lo que le convierte en una figura aterradora. Precisamente, en este tramo final vemos a un envejecido Ed Gein que llega a colaborar con el FBI en establecer perfiles sobre asesinos como él, como hacía Hannibal con Clarice. Por cierto, este momento recuerda mucho a esa gran otra serie de Netflix de la que quedó pendiente una nueva temporada, Mindhunter.
Aunque la serie no ha tenido en España los mismos resultados de audiencia que sus predecesoras, Monstruo tiene ya anunciada una cuarta temporada y que estará centrada en Lizzie Borden, conocida como la asesina del hacha, en unos sangrientos hechos que se remontan a principios del siglo XX. Un salto atrás en el tiempo que le permitirá más libertades creativas, sin temor de ofender la sensibilidad de alguien cercano a las víctimas. Uno de los riesgos más frecuentes del true crime.
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