'Heartstopper (temporada 3)': cuando el amor no es suficiente

El fenómeno adolescente LGTBQI+ de Netflix se adentra en terrenos más oscuros de lo habitual sin perder capacidad inspiradora

Joe Locke (Charlie) y Kit Connor (Nick) en la tercera temporada de 'Heartstopper'.

Joe Locke (Charlie) y Kit Connor (Nick) en la tercera temporada de 'Heartstopper'. / Netflix

Juan Manuel Freire

'Heartstopper (temporada 3)'

Creadora: Alice Oseman

Dirección: Andy Newbery 

Reparto: Kit Connor, Joe Locke, William Gao, Yasmin Finney

País: Reino Unido 

Duración: entre 32 y 37 min. (8 episodios)

Año: 2024

Género: Comedia dramática

Estreno: 3 de octubre de 2024 (Netflix)

★★★★

'Heartstopper' es una serie de autora como la que más. Su creadora, Alice Oseman, adapta aquí su propia colección de webcómics y novelas gráficas sobre un grupo de amigos adolescentes, en su mayoría LGTBQI+, en plena inmersión en la aventura de los afectos, la identidad, el sexo, los cuerpos. Adapta y enriquece: a partir de un material de base bastante minimalista, ha sabido crear una obra coral expansiva, en la que los protagonistas adquieren matices, los secundarios dejan de serlo o aparecen nuevas creaciones. Además, ella misma se ha encargado de escribir todos y cada uno de los capítulos, al estilo obsesivo de Steven Knight, creador de 'Peaky Blinders'. 

Hay, es decir, una visión clara y única detrás de 'Heartstopper', la voz empática de una Oseman decidida a prometer a los jóvenes gais que, de verdad, todo mejora, uno encuentra su círculo y su seguridad. A veces, sea como sea, algunos problemas tardan en encontrar solución. Hasta la fecha, habíamos hablado de una serie conciliadora al cien por cien, en la que cualquier conflicto, problema o malentendido se resolvía en tiempo exprés. La tercera temporada es otra historia. Los problemas del vulnerable Charlie (Joe Locke) con la comida se acentúan y su novio, el casi siempre seguro Nick (Kit Connor), siente por una vez que no tiene las palabras apropiadas ni las herramientas con que manejar la situación. Oseman va casi en contra del espíritu de su propia serie y lo admite: el amor no puede con todo, el amor no siempre es suficiente. Para algunos temas es mejor acudir a la ayuda de profesionales, gente como la tía psiquiatra de Nick, encarnada por Hayley Atwell, incorporación estelar para estos capítulos, igual que Eddie Marsan y Jonathan Bailey como terapeuta e historiador fotogénico, respectivamente. 

En otras parejas del grupo de amigos también han crecido lagunas, aunque estas parecen más fácilmente salvables. La paciente Tara (Corinna Brown) ha de decirle a su novia Darcy (Kizzy Edgell), fugada de una madre incomprensiva, que igual es mejor si se lleva todo su desorden a casa de su abuela. Tao (William Gao, cuyo grupo Wasia Project merece una escucha) se está casi sobrepasando con sus atenciones hacia Elle (Yasmin Finney) por miedo a que ella le abandone tras marcharse a estudiar a la escuela de arte. Esta última pareja protagoniza una trama de iniciación sexual esta temporada, pero no es ni mucho menos la única: ¿habrá escuchado Oseman a las voces críticas que señalaron lo extraño de que estos chicos tan solo se dieran besos castos? Por otro lado, en estos capítulos se presta necesaria e innovadora atención a un personaje, el del voraz lector Isaac (Tobie Donovan), asexual y aromántico, sin deseo sexual ni sentimiento romántico hacia otras personas, igual que otra heroína de Oseman, la del libro 'Sin amor', o que la propia Oseman, sin ir más lejos.

Pese a buscar el conflicto más de lo habitual, 'Heartstopper' sigue siendo un objeto visual luminoso, muy pop, con guiños permanentes al medio del que proviene la historia: en la imagen sigue cruzándose el trazo de Oseman en versión animada (menos hojas secas, más chispazos de electricidad y pasión) y algunas transiciones entre imágenes imitan el salto de una viñeta a otra en un tebeo. Por supuesto, se sigue moviendo al ritmo de mucho pop alternativo y bailable de última o penúltima generación: Beabadoobee, Rachel Chinouriri, Georgia, Romy, etc. Lástima de esa manía de acelerar algunas canciones. Así en las relaciones como en el uso de música pop, hay que respetar los ritmos de cada uno. 

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