Es el fin y ya no hay marcha atrás. La casa de papel ha pisado el acelerador y apura sus últimos cartuchos ante su desenlace. Un subidón de adrenalina con tiros y explosiones por todas partes y donde ya nadie es imprescindible. Como decíamos, es el final y ya no hay nada sagrado. Y así ha quedado demostrado en esta primera entrega de la quinta temporada de la serie en Netflix y que contará con una segunda parte el 3 de diciembre en la que, es de suponer, nos despediremos por todo lo alto de sus personajes. Para bien o para mal. Del mismo modo que otras grandes series se fueron con una temporada final dividida en dos partes, como Los Soprano, Breaking Bad o Juego de Tronos, Álex Pina, creador de La Casa de Papel, no quiere ser menos. Aunque vamos a tardar menos esta vez y no un año como en los otros ejemplos.

El primer atraco de la banda del Profesor (Álvaro Morte) en la Casa de la Moneda fue un éxito. Tanto en la realidad como en la ficción. La serie pasó de Antena 3 a Netflix y allí se convirtió en un fenómeno mundial. Desde A3Player, su apuesta por la ficción se ha traducido desde entonces en exportar algunas de sus series a plataformas de pago, como ha hecho este año con La valla y La cocinera de Castramar en Netflix o El Nudo y Benidorm para HBO. Sin el mismo éxito que La casa de papel, claro. A partir de la tercera temporada, fue la plataforma de la gran N roja la que encargó de los nuevos episodios. Un nuevo atraco, más grande y más espectacular que el anterior en el Banco de España para estar a la altura de su impacto internacional. La ficción española contaba con su propia Fast and Furious. Si Dominic Toretto (Vin Diesel) siempre insiste a los miembros de su banda en que no hay nada más fuerte que la familia, los atracadores del mono rojo parecen haber aprendido bien la lección. A través de tantos momentos de tensión y situaciones al borde de la muerte, han tenido ocasiones más que de sobra para comprobarlo. No hay nada como ponerte de parto en mitad de un atraco, o enamorarse de un rehén o, ya puestos, de la inspectora de policía que te busca para meterte en el trullo. Los giros alocados de guión se han convertido en marca de la casa. Algunos venimos de una generación que vio cómo Los Colby terminaba con un OVNI llevándose a Fallon (Emma Sans), así que ya sabemos a lo que habíamos venido. El que venga a ver realismo, se ha equivocado de serie.

Ni qué decir tiene que a partir de ahora vienen muchos spoilers, por lo que avisado queda para quien no haya visto aún los nuevos episodios. Para demostrar que del final solo podemos esperar lo inesperado y que la cosa va en serio, los guionistas no han tenido reparo alguno en sacrificar por el camino a dos importantes personajes del reparto: el más querido y el más odiado. Aunque la muerte de este último por el momento hay que ponerla en cuarentena.

Con la cuarta temporada, algunos empezaron a sentir como qua la cosa ya se estaba alargando demasiado. Seamos sinceros, tres temporadas para contarnos el mismo atraco empezaban ya a saturar un poco al personal. Para ir aplacando a los impacientes, de vez en cuando los guionistas se veían obligados a ofrecer un sacrificio a la audiencia, para aplacar su voraz necesidad de seguir fagocitando episodios, conscientes de que, en cuanto el interés decayera, pasarían a otra cosa. Y hay tanto para elegir... Así que la rueda debe estar permanentemente en movimiento para mantener ahí al espectador en vilo y con la necesidad de saber qué más vendrá ahora. De cliffhanger en cliffhanger. El año pasado ya tuvimos un sacrificio importante, el de Nairobi (Alba Flores). Quien pensara que no había nada que pudiera superar eso, se equivocaba. Esto es el final y hay que poner la carne en el asador. Y vaya si lo han hecho. Se han cargado a una de las protagonistas. Tokio (Úrsula Corberó) era la que nos estaba contando la historia. Nadie encañonaba como ella. Así que, con su muerte, ahora ya no hay duda. Esto es el final y solo nos faltan cinco capítulos para el último episodio. Que haya muerto Tokio, nos hace enfrentarnos a la posibilidad de que quizá no estamos ante una nueva Fast and Furious, sino ante Dos hombres y un destino, el clásico filme protagonizado en los 70 por Paul Newman y Robert Redford. Todo en esta última temporada nos hace enfrentarnos ante un desenlace trágico, con unos protagonistas cada vez más acorralados. Si Tokio ha muerto, llevándose a unos cuantos de sus perseguidores por delante, veremos aún unos cuántos cadáveres más. Esto ya no es si el atraco saldrá bien o no, sino quién va a sobrevivir. Y ha quedado claro que nadie es intocable. Por lo que hemos visto, Helsinki (Darco Peric) tiene todas las bazas para ser el próximo y si, no ha habido problema en matar a Tokio, otra baja equiparable para el gran final podría ser la del Profesor.

En el bando contrario también hay bajas importantes. Aunque algunas de ellas no están totalmente confirmadas. Tenemos que suponer Tokio se ha llevado por delante a Gandía (José Manuel Poga), que sigue haciéndose despreciar por el público. Pero esta temporada ha venido Arturito (Enrique Arce) a reclamar su puesto de honor de personaje más odiado de la serie. Se acabó eso de ir por la espalda y malmetiendo. Arturito se suelta la melena y asume que, si hay que generar el caos, mejor hacerlo tú mismo y no dejar que tu plan dependa de otros. El villano consigue su momento de oro, haciendo sudar tinta a los protagonistas. Hasta ahora era un ser tan despreciable y cobarde, que nadie le había llegado a considerar una amenaza real. Finalmente lo ha conseguido, aunque ha salido muy mal parado de la jugada. A estas alturas muchos le dan por muerto. Aunque si Nairobi pudo sobrevivir a lo que sobrevivió, ¿quién nos dice que no se va a repetir la jugada? Yo apostaría por descartar esta posibilidad. Con tantas tramas por cerrar y tan pocos capítulos por delante, sería un lastre para la trama su milagrosa resurrección.

Para los grandes enemigos en el final de la serie nos quedan los personajes de Prieto (Fernando Cayo) y la inspectora Alicia Sierra (Najwa Nimri). Puede que nos hayan engañado haciéndonos pensar que Sierra se había cambiado de bando, pero basta una escena del último episodio para hacernos sospechar que sigue pensando en cómo va a hacer caer a la banda. La inspectora es una rival a la altura para el desenlace final. Prieto se ha ganado a pulso su puesto de villano, pero siempre deja que otros le hagan el trabajo sucio. En un duelo, no duraría demasiado.

Las cartas están echadas para un final explosivo, en el que tendremos una gran escabechina y del que pocos saldrán con vida. Luego llegará el momento de plantearnos los posibles spin offs, porque tampoco es cuestión de matar tan rápido a la gallina de los huevos de oro.