Jesulín de Ubrique y María José Campanario pueden arruinar económicamente a Belén Esteban

No solo dinero. Belén Esteban está perdiendo influencia y poder

Jesulín de Ubrique y María José Campanario

Jesulín de Ubrique y María José Campanario / Atresmedia

Jorge López

Jorge López

No parecen irle muy bien las cosas a Belén Esteban. Lo que parecía regresar de nuevo al estrellato televisivo con el desembarco de La familia de la tele a La 1 de RTVE se ha quedado en agua de borrajas. El programa, un sucesor de Sálvame, no consigue las audiencias que se esperaba, lo que implica un duro revés, no solo para la cadena pública, sino para todos sus colaboradores y presentadores. Sobre todo para 'la patrona', que está viendo cómo su influencia se empieza a disolver.

El eco mediático que alguna vez rodeó a Belén Esteban empieza a disiparse como el humo de un fuego que ya no arde con la misma fuerza. Más allá de los focos y los platós, su faceta empresarial ha vivido también un brusco frenazo: la marca ‘Sabores de la Esteban’ ha cerrado sus puertas, y con ella desaparecen de los estantes los productos que, durante un tiempo, llevaron su firma con orgullo. El adiós de esta aventura empresarial no fue escandaloso, sino casi silencioso. Belén alegó falta de tiempo y dificultades con la gran distribución, pero en el trasfondo se intuye algo más profundo: una marca que ya no conecta como antes.

Si recordamos que la fama de Belén proviene de su enfrentamiento perpetuo con Jesulín de Ubrique, el padre (y con María José Campanario) de su única hija, Andrea Janeiro, está claro que si no habla de ellos las cifras de audiencia bajan.

Jesulín y Campanario han decidido dar un paso atrás y escapar de los reflectores mediáticos, blindando su vida privada y rehusando alimentar el constante triángulo de confrontaciones que durante años dominó la escena pública. Esta elección de silencio ha tenido un doble impacto: por un lado, ha logrado la tan anhelada paz para la pareja, y por otro, ha dejado a Belén Esteban sin su principal fuente de contenido y espectáculo. El conflicto con esta familia fue, durante mucho tiempo, la base de su personaje mediático, y ahora que el enfrentamiento ha desaparecido, el interés del público también se ha desvanecido. Ya no hay escándalos ni batallas públicas que captar la atención. El espectador, simplemente, cambia de canal.

A este vacío se le suma el caos estructural que caracteriza al programa en el que Belén sigue apareciendo. La familia de la tele, con sus horarios erráticos y su parrilla impredecible, parece haber perdido toda coherencia. Las series no empiezan a la hora anunciada, y los segmentos del programa se solapan sin ningún orden lógico. Como resultado, el espectador se siente perdido, sin saber qué esperar o cuándo. Esta falta de organización no solo está afectando la lealtad de la audiencia, sino que también genera frustración en aquellos que aún tratan de darle una oportunidad al programa.

Dentro de la propia producción, las críticas internas se han intensificado. Fuentes cercanas a la cadena revelan un ambiente tenso, con falta de dirección clara y enfrentamientos entre los presentadores. Incluso dentro de TVE, surgen dudas sobre la decisión de revivir un formato similar al de Sálvame, especialmente en un contexto en el que la audiencia busca contenido más fresco, dinámico y auténtico.

Y ahora surge la gran pregunta: ¿qué puede ofrecer Belén Esteban sin el conflicto que antes definía su personaje? ¿Qué interés genera su vida cuando ya no hay enfrentamientos públicos, escándalos ni lágrimas que despierten la atención? La realidad es implacable: sin los ecos de su pasado conflictivo, Belén Esteban ha perdido el magnetismo que la hizo una figura mediática única. Los intentos de reinvención, hasta el momento, no han logrado recuperar ese encanto inicial, y el futuro de su relevancia televisiva parece cada vez más incierto.

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