Caminar 10.000 pasos diarios para estar en forma y masticar los alimentos entre 30 y 50 veces son algunos de los imprescindibles consejos de Setsuko Yuuki, coordinadora de la prestigiosa Escuela de Nutrición Hattori de Tokio, la ciudad más deliciosa del mundo, según la Guía Michelin, y gourmet del Gobierno nipón, que desvela los secretos milenarios de la alimentación oriental, gracias a la cual los ciudadanos del imperio del Sol Naciente son los más longevos del planeta, los que menos engordan y los que lucen una piel más tersa. Caminar mucho y masticar bien contribuyen a mover el cerebro, prevenir la demencia senil y a evitar la diabetes y la tensión alta.

"La buena salud siempre empieza por alimentarse de forma adecuada", subraya Yuuki acompañada de paquetes de ampo gak (caqui deshidratado), sal esponjosa, harina de arroz para pan, algas, arroz konnyaku que retrasa la absorción de lípidos y glúcidos y prolonga la sensación de saciedad, el garum japonés shottsuru, una salsa de pescado que ya fabricaban en el imperio romano y pequeñas porciones de carne de Wagyu, suave y jugosa que destaca por la blancura de la grasa y contiene el benéfico ácido oléico.

"Ningún japonés comería las cantidades de carne que se comen en España", asegura la gourmet, porque "desde hace más de 700 años sabemos que la carne oxida el cuerpo", añade. "Un chuletón mata", alerta convencida esta enamorada del gazpacho español, del jamón ibérico, de las ensaladas de cogollos, de los pimientos rojos, de las sopas de ajo y de las anaranjadas puestas de sol de Sevilla y Madrid.

La milenaria cocina japonesa, influida en el siglo XVI por los misioneros de Felipe II -pan se dice en japonés igual que en castellano- y reinventada en el siglo XX por Ferran Adrià, ha sido siempre un ritual centrado en la ingesta lenta de productos frescos y en pequeñas cantidades que se reparten a lo largo del día para consumir 30 variedades de alimentos de cinco colores: rojo, blanco, verde, negro y amarillo. "Si se elige esa gama cromática en las comidas tendremos una alimentación equilibrada", asegura Yuuki antes de ensalzar las propiedades de los hongos negros y las oscuras algas que aportan innumerables nutrientes sin apenas calorías. "Lo más importante además es que previenen el cáncer de colon", garantiza la experta de Hattori.

Los japoneses no suelen ir al gimnasio, sino que apuestan por otro tipo de entrenamientos más moderados, para reducir el estrés, y toman baños calientes de unos 20 minutos a temperaturas en torno a los 40 grados, que fomentan la quema de calorías y tienen otras propiedades beneficiosas, como reducir la inflamación o regular el azúcar en sangre.

La piel tersa y blanquísima de los nipones es fruto también de una alimentación de lo más natural y de la animadversión que sienten por tomar el sol. La carencia de vitamina D que provoca la falta de rayos UVA la suplen desde hace más de 1.000 años con leche de soja y sus derivados que fortalecen los huesos. "Las mujeres solo tomamos el sol en la palma de las manos", revela con una sonrisa Setsuko Yuuki.

Las espinas de los pescados son también una buena fuente de calcio para prevenir dolencias óseas, favorecer la estabilidad mental y asegurarse suplementos de vitamina C. "Tomamos toda clase de pescados, preferiblemente crudos con limón, azules y cuanto más pequeños mejor" para evitar la demencia senil, prosigue, porque una de las principales preocupaciones de la Escuela Hattori es garantizar una alimentación que equilibre cuerpo y mente y no intoxique el organismo. Las verduras en tempura permiten una fritura en aceite para potenciar las propiedades de su vitamina C.

"Es importante envejecer bella y saludablemente", confía Yuuki, "y en Japón es más barato hacerlo a través de la alimentación que yendo al médico", revela antes de ensalzar otra "maravilla" gastronómica del archipiélago: un agua procedente del Fuji y de las lluvias tan llena de minerales que es el principal reclamo de los chinos millonarios.